I
CUERPO de maravilla
la costumbre:
esa luz que desciende
sobre el muro,
el jardín apacible con su ortiga,
la melodía volviendo
del pozo de la infancia y los ojos
que rasgan la blanca envergadura
de alcatraces
-papalotes con lastre en la tierra
bruñida.
Maravilla: aquella flor del campo,
aquel ir y venir de lo posible:
su presencia en lo real.
Allí sienta sus reales
la costumbre
en nuestros ojos crece.
CUERPO de maravilla
la costumbre:
esa luz que desciende
sobre el muro,
el jardín apacible con su ortiga,
la melodía volviendo
del pozo de la infancia y los ojos
que rasgan la blanca envergadura
de alcatraces
-papalotes con lastre en la tierra
bruñida.
Maravilla: aquella flor del campo,
aquel ir y venir de lo posible:
su presencia en lo real.
Allí sienta sus reales
la costumbre
en nuestros ojos crece.
Malva Flores, Casa nómada. México: Joaquín Mortiz, 1999 (Premio de Poesía Aguascalientes)
CRECE esta raíz de miedo. En sus breves astillas todo el oro del mundo todas, incluso, las palabras: amoldándose tibias a la tierra, cubriendo con la tierra sus vocales, el último suspiro el primer nacimiento todas guardando aún sus formas imaginando otras: las palabras ocultas las que nunca se dicen: esa mezcla de sangre y de latido que aguarda en la comisura de los labios. LABIOS como piedras trocadas trueque para decir te quiero todavía en la noche dispar, al mediodía de las revelaciones: ese encuentro instantáneo de los ojos cubriéndose a la vez del mismo brillo: filo para cortar la nervadura opaca de tantas, similares, horas. |
HORAS han de venir en que la luz no haga sombra de esos cuerpos grisáceos, trashumantes de sí, perdidos en el convencimiento de lo cierto: el orden infalible, el puntilloso horario, el riel por la derecha y derecho al abismo preguntando ¿dónde el cristal perdurable del deseo? ¿cuál el recodo, la orilla donde poner el pie, abrazados? ¿qué del velamen flexible de los besos? Ésos, los del tiempo redondo. Besos como naranjas, templados en la quietud del ocio. OCIO es la falta, la carencia: disposición para observar el cambio imperceptible de la piedra que surge de la nada como aviso de Dios y sin embargo minúsculas larvas tejen fidelidad en la piedra rugosa forman cadenas acaso musgo vivo no importa si animal o vegetal. La piedra sola es mundo: vestigio inamovible de aquel perdido paraíso. |