Malva Flores. De la introspección del poema al enojo
Alejandro Toledo Oliver fragmento publicado en Milenio y su versión íntegra en Riverrun Para Malva Flores (Ciudad de México, 1961), la poesía es un libro móvil de respuestas íntimas. “Tú las encuentras cuando las escribes y si se publican en forma de libro puedes tal vez compartirlas. Es, para el que escribe, una explicación del mundo como experiencia de algo invisible: la tensión entre tu necesidad y tu deseo.” En Luz de la materia (Era/Conaculta, 2010), construye un poemario de nostalgia y melancolía, doble viaje (de ida y vuelta) a la semilla; se lee ahí: “Nada regresa, nunca, igual a cuando fuimos”, aunque se da espacio luego a la esperanza del presente a través de la intuición poética: “Sólo nos queda el aire / este temblor de hojas”. —¿Cuál es la historia de este libro? —La mayor parte lo escribí cuando vivía en México, en un momento que entonces percibí como muy difícil en mi vida. Tenía necesidad de recordar el sitio de mi infancia como un asidero de paraíso y así, reconstruirlo desde la memoria. Eso ocurre en “Dominio”, la primera parte, y en “Mudanza del árbol”, la última. Pero quería también burlarme de mí misma, de la que era en ese momento y de la que yo hubiera querido ser entonces: eso es “Malparaíso”, la segunda sección del libro. Me tardé tantos años en publicarlo tal vez porque necesitaba poner una distancia entre el presente y lo que había escrito años atrás. —¿Tu obra ensayística o tus investigaciones literarias tienen eco en los poemas? —Ya había escrito la mayor parte de ese libro cuando un día desperté y me di cuenta de que ya no estaba triste, ya no me cuestionaba a mí, es decir, ya no escribía poemas: estaba enojada. El arribo de la tan deseada transición democrática a manos de un partido que no tenía interés real en la cultura mostró muy pronto lo vano de los afanes que habían dividido el mundo cultural pocos años atrás: parcela ya de nadie cuando Vicente Fox anunció el arribo de los head hunters y la cultura no quedó en manos de los grupos culturales que se disputaban el poder sino en la de “administradores” o gente del espectáculo de dudosos méritos culturales. Entonces, te digo, ya había pasado de la introspección del poema al enojo. No con el gobierno, que es lo más sencillo, sino con quienes habían dejado de criticarlo. En esa época, dice Malva, no entendía ella por qué los poetas habían olvidado expresarse críticamente sobre los asuntos públicos. En su percepción, los mayores enmudecieron y la generación de poetas que debía relevarlos también guardó silencio, en su mayoría, o creyeron ver, acríticamente, un rayito de esperanza. Escribió entonces El ocaso de los poetas intelectuales, con el que obtuvo en 2006 el premio de ensayo José Revueltas. Sigue: |
“Después vi que, en la debacle, no me había dado cabal cuenta de otra pérdida. Cada mes yo leía, discutía, me enojaba, me divertía y aprendía, leyendo una revista: Vuelta. Por muchas razones más, Vuelta se convirtió para mí en un personaje: odioso, amable, inteligente, contradictorio o entrañable, como son las personas. A su muerte, no la de Paz, a quien no conocí, sino al cierre de la revista, se perdió un interlocutor valioso, aunque fuera para discutir, o tal vez por eso mismo.Vuelta era también, de algún modo, una casa. En ‘Mudanza del árbol’, la última sección de Luz de la materia, yo quería volver al lugar de mi niñez porque uno cree que allí, en la infancia, fue feliz. Regresé entonces también a Vuelta, pero en ambos destinos ya no había casa. Aún así quise ver de nuevo el sitio, metafóricamente hablando, para saber qué había pasado. Afortunadamente, como todo personaje que se respete, Vuelta dejó un diario: las páginas de la revista...
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"Los poetas dejaron de ser la voz incómoda de la vida pública"
Miércoles 12 de enero de 2011 Abida Ventura | El Universal
(EL UNIVERSAL / México, D.F.) “No somos de razón / para atisbar la luz de la materia. Somos de voz / y por ello creemos que tan sólo nombrando / se da vida a las cosas: el ser que no nació, / la rosa que no pudo”, dice uno de los poemas que conforman el más reciente libro de la poeta Malva Flores, Luz de la materia.
Editado por Era, el libro propone “re-mirar lo que nos rodea para, tal vez, ser capaces de comprender lo que no tiene nombre, pero existe”, explica la escritora en entrevista.
La escritura del libro se desarrolla, según Malva Flores, entre lo que se ve y lo que existe -aunque ya no lo reconozcamos- y lo que creemos conocer porque le dimos nombre.
Divido en tres secciones, el poemario plasma un paisaje de recuerdos y sensaciones. La primera parte, “Dominio”, está integrada por 21 poemas que refieren a “la necesidad de abrir los ojos nuevamente para ver ‘la sombra de la flor’, es decir, todo aquello que está y estuvo aquí y es anterior a nosotros, pero lo hemos olvidado”, dice la autora.
“Malparaiso” es “un dialogo entre varias voces poéticas que no son más que una sola, la de una ‘bailaora’ coja, preguntándose sobre su circunstancia”.
En Luz de la materia se incluye también el poema “Mudanza del árbol”, el cual ya había circulado en una edición bilingüe en 2006 en Estados Unidos bajo el sello Literal Publishing.
En este largo poema la voz poética, según la narradora, se asimila a la forma de un árbol nómada. “En algún lado del poema escribí: ‘Uno se vuelve siempre / el árbol que lo habita’ y en el transcurso de las siete partes que lo componen intento ver la mudanza, interna y externa, de un yo poético que vuelve al lugar de su niñez y se atreve a mirarlo (y a mirarse), pero con otros ojos”, cuenta.
Horizonte de la poesía mexicana
Miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 2000, la poeta y ensayista confiesa que lo que le inspira hacer poesía es la melodía que se puede crea a partir de las palabras: “Si a una melodía se le puede llamar ‘inspiración’ (término que me da más bien desconfianza), entonces eso es lo que me pone a escribir. Me interesa sobre todo el cuerpo musical de las palabras y la melodía que construyen cuando platican entre sí. Cuando aparece ese cuerpo, lo sigo. Me interesa contar una historia, pero aparece siempre con forma musical”.
Ganadora del Premio Nacional de Ensayo “José Revueltas” 2006, por su libro El ocaso de los poetas intelectuales, Malva Flores menciona que hasta hace algunos años era posible distinguir a los poetas mexicanos de los hispanoamericanos porque se trataba de una poesía “hilvanada y cantadita”.
“Todo estaba en su lugar pero, salvo notables excepciones, no encontraba una tensión formal que se arriesgara a salirse de tono. Hoy no podría suscribir esa opinión, aunque a mí me siga gustando hilvanar y cantar”, menciona.
Respecto al horizonte actual de la poesía mexicana, la autora de Casa nómada menciona: “Creo que somos tantos, que cualquier intento de panorama dejaría de lado propuestas interesantes, particularmente la de los poetas más jóvenes, que no tienen el peso de esa tradición sobre sus hombros. El olvido o el desconocimiento de la tradición puede llevarnos a repetir lo que las vanguardias latinoamericanas o la poesía norteamericana de hace más de medio siglo, ya hicieron”.
“De pronto leo poemas que me dejan muda porque no entiendo para qué se escribe una poesía que no intenta ‘decir’ y que sólo quiere ‘estar’, o, peor aún, pretenderse irreverente”, menciona.
Para Flores la poesía no tiene por qué ser solemne, pero tener como programa la irreverencia o la capacidad representativa del poema es para ella una “estrategia fallida”. “A lo mejor lo que ocurre es que ya no encontramos qué decir ni cómo hacer de eso que decimos una sustancia viva. O tal vez se crea que decir es algo que hoy ya no tiene sentido. Yo aún no lo sé”, reconsidera.
Calidad y carencia
La escritora considera que a pesar de que existe una calidad en la poesía mexicana actual, hay al mismo tiempo una carencia de lectores. Demanda también la carencia de una crítica especializada, “podríamos reclamar que las entrevistas y editoriales ya no se interesan por el género, pero mejor habría que reflexionar sobre la responsabilidad de los poetas en esa circunstancia”.
“La omnipresencia de Octavio Paz era un hueso casi imposible de roer, pero propició la discusión y la crítica de poesía más que nadie en la segunda mitad del siglo pasado. Lo verdaderamente dramático es que la mayoría de los poetas dejó de discutir, dejaron de ser la voz incómoda que se interesaba, más allá de la poesía, en los problemas de la vida pública y esa renuncia creo que no ha sido nada buena”, menciona.
A pesar de la poca difusión de la poesía en los medios tradicionales, la autora menciona que las nacientes plataformas virtuales pueden ser una opción. “Creo que aunque en Internet se puede encontrar toda la basura del orbe, también podemos hallar un sitio, más amplio quizá, para la conversación. La poesía también es eso: “una forma de platicar nuestra visión del mundo”, dice.
Respecto a la presencia de la figura femenina en la creación poética, Malva Flores menciona que no cree en las cuotas de género. “La poesía es buena o no lo es, independientemente del sexo de su autor”, dice.
Publicado originalmente en El Universal
(EL UNIVERSAL / México, D.F.) “No somos de razón / para atisbar la luz de la materia. Somos de voz / y por ello creemos que tan sólo nombrando / se da vida a las cosas: el ser que no nació, / la rosa que no pudo”, dice uno de los poemas que conforman el más reciente libro de la poeta Malva Flores, Luz de la materia.
Editado por Era, el libro propone “re-mirar lo que nos rodea para, tal vez, ser capaces de comprender lo que no tiene nombre, pero existe”, explica la escritora en entrevista.
La escritura del libro se desarrolla, según Malva Flores, entre lo que se ve y lo que existe -aunque ya no lo reconozcamos- y lo que creemos conocer porque le dimos nombre.
Divido en tres secciones, el poemario plasma un paisaje de recuerdos y sensaciones. La primera parte, “Dominio”, está integrada por 21 poemas que refieren a “la necesidad de abrir los ojos nuevamente para ver ‘la sombra de la flor’, es decir, todo aquello que está y estuvo aquí y es anterior a nosotros, pero lo hemos olvidado”, dice la autora.
“Malparaiso” es “un dialogo entre varias voces poéticas que no son más que una sola, la de una ‘bailaora’ coja, preguntándose sobre su circunstancia”.
En Luz de la materia se incluye también el poema “Mudanza del árbol”, el cual ya había circulado en una edición bilingüe en 2006 en Estados Unidos bajo el sello Literal Publishing.
En este largo poema la voz poética, según la narradora, se asimila a la forma de un árbol nómada. “En algún lado del poema escribí: ‘Uno se vuelve siempre / el árbol que lo habita’ y en el transcurso de las siete partes que lo componen intento ver la mudanza, interna y externa, de un yo poético que vuelve al lugar de su niñez y se atreve a mirarlo (y a mirarse), pero con otros ojos”, cuenta.
Horizonte de la poesía mexicana
Miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 2000, la poeta y ensayista confiesa que lo que le inspira hacer poesía es la melodía que se puede crea a partir de las palabras: “Si a una melodía se le puede llamar ‘inspiración’ (término que me da más bien desconfianza), entonces eso es lo que me pone a escribir. Me interesa sobre todo el cuerpo musical de las palabras y la melodía que construyen cuando platican entre sí. Cuando aparece ese cuerpo, lo sigo. Me interesa contar una historia, pero aparece siempre con forma musical”.
Ganadora del Premio Nacional de Ensayo “José Revueltas” 2006, por su libro El ocaso de los poetas intelectuales, Malva Flores menciona que hasta hace algunos años era posible distinguir a los poetas mexicanos de los hispanoamericanos porque se trataba de una poesía “hilvanada y cantadita”.
“Todo estaba en su lugar pero, salvo notables excepciones, no encontraba una tensión formal que se arriesgara a salirse de tono. Hoy no podría suscribir esa opinión, aunque a mí me siga gustando hilvanar y cantar”, menciona.
Respecto al horizonte actual de la poesía mexicana, la autora de Casa nómada menciona: “Creo que somos tantos, que cualquier intento de panorama dejaría de lado propuestas interesantes, particularmente la de los poetas más jóvenes, que no tienen el peso de esa tradición sobre sus hombros. El olvido o el desconocimiento de la tradición puede llevarnos a repetir lo que las vanguardias latinoamericanas o la poesía norteamericana de hace más de medio siglo, ya hicieron”.
“De pronto leo poemas que me dejan muda porque no entiendo para qué se escribe una poesía que no intenta ‘decir’ y que sólo quiere ‘estar’, o, peor aún, pretenderse irreverente”, menciona.
Para Flores la poesía no tiene por qué ser solemne, pero tener como programa la irreverencia o la capacidad representativa del poema es para ella una “estrategia fallida”. “A lo mejor lo que ocurre es que ya no encontramos qué decir ni cómo hacer de eso que decimos una sustancia viva. O tal vez se crea que decir es algo que hoy ya no tiene sentido. Yo aún no lo sé”, reconsidera.
Calidad y carencia
La escritora considera que a pesar de que existe una calidad en la poesía mexicana actual, hay al mismo tiempo una carencia de lectores. Demanda también la carencia de una crítica especializada, “podríamos reclamar que las entrevistas y editoriales ya no se interesan por el género, pero mejor habría que reflexionar sobre la responsabilidad de los poetas en esa circunstancia”.
“La omnipresencia de Octavio Paz era un hueso casi imposible de roer, pero propició la discusión y la crítica de poesía más que nadie en la segunda mitad del siglo pasado. Lo verdaderamente dramático es que la mayoría de los poetas dejó de discutir, dejaron de ser la voz incómoda que se interesaba, más allá de la poesía, en los problemas de la vida pública y esa renuncia creo que no ha sido nada buena”, menciona.
A pesar de la poca difusión de la poesía en los medios tradicionales, la autora menciona que las nacientes plataformas virtuales pueden ser una opción. “Creo que aunque en Internet se puede encontrar toda la basura del orbe, también podemos hallar un sitio, más amplio quizá, para la conversación. La poesía también es eso: “una forma de platicar nuestra visión del mundo”, dice.
Respecto a la presencia de la figura femenina en la creación poética, Malva Flores menciona que no cree en las cuotas de género. “La poesía es buena o no lo es, independientemente del sexo de su autor”, dice.
Publicado originalmente en El Universal