MALVA FLORES
  • Home
    • Curriculum
    • Cursos
  • Libros de poesía
    • A ingrata línea quebrada >
      • Reseñas
    • Galápagos >
      • Presentaciones
      • Reseñas
    • Aparece un instante, Nevermore >
      • Reseñas-Aparece un instante
      • Entrevistas-Aparece un instante
    • Luz de la materia >
      • Reseñas-Luz de la materia
      • Entrevistas-Luz de la materia
      • Los mejores libros de 2011
    • Casa nómada >
      • Reseñas-Casa nómada
    • Ladera de las cosas vivas >
      • Reseñas-Ladera
    • Malparaíso
    • Mudanza del árbol >
      • Reseñas-Mudanza del árbol
  • Ensayo y error
    • Estrella de dos puntas >
      • Reseñas-Estrella
      • Entrevistas-Estrella de dos puntas
    • Sombras en el campus >
      • Reseñas-Sombras
    • La culpa es por cantar >
      • La fortuna de la prosa
      • La culpa es por cantar-Reseñas
      • La culpa es por cantar-Entrevistas
    • Viaje de Vuelta >
      • Reseñas-Viaje de Vuelta
      • Viaje de Vuelta-Entrevistas
      • Los mejores libros de 2012
      • Viaje de Vuelta-Presentación
    • El ocaso de los poetas intelectuales >
      • Prólogo
      • Reseñas-El Ocaso
    • Un cuartel general hispanoamericano
    • Chiapas. Voces particulares
  • Descargas gratuitas
  • Videos y podcast
  • Noticias y entrevistas
  • Fotografías
  • CITAS Y REFERENCIAS
  • Home
    • Curriculum
    • Cursos
  • Libros de poesía
    • A ingrata línea quebrada >
      • Reseñas
    • Galápagos >
      • Presentaciones
      • Reseñas
    • Aparece un instante, Nevermore >
      • Reseñas-Aparece un instante
      • Entrevistas-Aparece un instante
    • Luz de la materia >
      • Reseñas-Luz de la materia
      • Entrevistas-Luz de la materia
      • Los mejores libros de 2011
    • Casa nómada >
      • Reseñas-Casa nómada
    • Ladera de las cosas vivas >
      • Reseñas-Ladera
    • Malparaíso
    • Mudanza del árbol >
      • Reseñas-Mudanza del árbol
  • Ensayo y error
    • Estrella de dos puntas >
      • Reseñas-Estrella
      • Entrevistas-Estrella de dos puntas
    • Sombras en el campus >
      • Reseñas-Sombras
    • La culpa es por cantar >
      • La fortuna de la prosa
      • La culpa es por cantar-Reseñas
      • La culpa es por cantar-Entrevistas
    • Viaje de Vuelta >
      • Reseñas-Viaje de Vuelta
      • Viaje de Vuelta-Entrevistas
      • Los mejores libros de 2012
      • Viaje de Vuelta-Presentación
    • El ocaso de los poetas intelectuales >
      • Prólogo
      • Reseñas-El Ocaso
    • Un cuartel general hispanoamericano
    • Chiapas. Voces particulares
  • Descargas gratuitas
  • Videos y podcast
  • Noticias y entrevistas
  • Fotografías
  • CITAS Y REFERENCIAS
MALVA FLORES

La fortuna de la prosa                                           
​   
Twittear


La culpa es por cantar. Apuntes sobre poesía y poetas de hoy
México: Literal Publishing / Conaculta, 2014.

Picture



La fortuna de la prosa


Las distinciones verbales deberían ser tenidas en cuenta, puesto que representan distinciones mentales, intelectuales. Pero es una lástima que la palabra “poeta” haya sido dividida en dos. Pues hoy, cuando hablamos de un poeta, sólo pensamos en alguien que profiere notas líricas y pajariles…
                                                                                                                       Jorge Luis Borges
 

En ocasión de una charla sobre Sergio Pitol en China, en el año 2000 Jorge Volpi declaró que “los intercambios literarios entre los países latinoamericanos son limitadísimos, tanto, que diría que el concepto de literatura latinoamericana no existe, sólo une el idioma”. Esta idea ocupa todavía al narrador en su libro de ensayos Mentiras contagiosas (Páginas de espuma, 2008) y forma parte de aquella arenga grupal, nacida en 1996, cuando se dio a conocer el Manifiesto Crack durante la presentación de los libros de quienes formarían parte de un grupo fundado a partir, entre otras cosas, de un deslinde del Boom latinoamericano. Sus novelas, particularmente las del propio Volpi, Ignacio Padilla y Vicente Herrasti, hicieron gala de un cosmopolitismo que intentaba asegurar, para la narrativa, que ya éramos, al menos los mexicanos, “ciudadanos del mundo”.

¿Qué tiene que ver Volpi con los problemas del poeta? Nada y de soslayo, mucho. Esa historia, podrán decirme, ha sido revisada cientos de ocasiones y pertenece al ámbito de la narrativa, la academia y la mercadotecnia. Sin embargo, las tribulaciones del poeta –de algún modo no impreciso– están ligadas a estos acontecimientos de los que el crack es ya sólo un episodio reservado a la academia y la avalancha publicitaria sobre la nueva narrativa hispanoamericana, que con sus altos tirajes, giras globales de autores, sustanciosos premios y la competencia entre los consorcios editoriales, son el pan de cada día. Los alteros de novelas se suceden en las mesas de novedades como edificios cuyo próximo derrumbe augura el nacimiento de otra, similar y fugaz, pila de libros.

Si uno lee Mentiras contagiosas, advierte que Volpi ha seguido a pie juntillas sus propios preceptos sobre la narrativa y lo que llama “cosmopolitismo” (curiosamente, retomando algunas ideas de un poeta admirado por Volpi: Jorge Cuesta) y que, efectivamente, sus novelas no intentan exaltar un color local, repudiado por folclórico y sí, en cambio, dar voz a personajes del mundo global, de la historia occidental, etc. A su juicio no son más, los latinoamericanos, aquellos personajes que van a París y se deslumbran o que exhiben las miserias y esplendores de su Macondo habitual. Exotismo al revés, ahora los latinoamericanos van a Europa para enseñarles lo que Europa es. Pero, más allá de estos comentarios nacidos seguramente del resentimiento, lo que queda expuesto en el libro de Volpi (y no tendría por qué ser de otra manera) es una falta, una ausencia. La literatura es la narrativa. La poesía ha desaparecido.

Volpi marca el fin de la novela latinoamericana (entiéndase, la narrativa del Boom y sus secuelas) con la aparición de Roberto Bolaño, marca registrada por Anagrama y que ahora, negocios más negocios menos, es propiedad de “El Chacal”, como se conoce al más voraz de los agentes literarios, Andrew Wylie. Resulta curioso que un poeta haya provocado esa “epidemia”, en palabras de Volpi. Bolaño habla de poetas como habla de tantas cosas, pero si uno revisa la narrativa contemporánea podrá observar que muchos autores (el propio Bolaño, Juan Villoro, Álvaro Enrigue, Enrique Serna, Jorge Edwards, Mario Bellatin, Francisco Goldman, Valeria Luiselli o Juan Bonilla, por mencionar sólo algunos) ven en la imagen del poeta un asunto novelable. Así convertido en personaje o idea, imagino el destino de los poetas constreñido a representar una especie casi extinta, algo así como el Tiranosaurio; un elemento exótico, el único personaje que aún siendo grotesco, o quizá porque lo es, se ha convertido en parodia del héroe y puebla el Jurassic Park de los novelistas.

La extinción del poeta sería, entonces, el verdadero problema del poeta actual. No hay Greenpeace para poetas y su defensa puede convertirse sólo en asunto de otra novela. Otra cosa es la poesía, pero suelen confundirse.

Sin embargo, desde hace más de una década, los poetas más jóvenes han emprendido otro derrotero que no es sino el más antiguo, modificado ahora en su versión global. Mientras suceden las ferias, se premian y promocionan a los narradores, se realizan giras cosmopolitas, o verificamos los escándalos que en el top-top de los premios evidencian la corrupción que se genera entre los mercaderes y sus productos, los poetas relegados de su lugar público regresan a lo privado, aunque en formas quizá contradictorias. Avecindados en Twitter, Facebook, y antes en MySpace, o en los innumerables blogs y fancines que pueblan la red, los poetas hacen de lo privado cosa pública. Reanudan una conversación que antes estaba destinada al salón, al café o a las revistas. Silenciosamente para el mundo del gran mercado se realizan festivales, se crean redes en la red, aparecen muchísimas editoriales independientes. Y sucede algo que pone en entredicho aquellas palabras de Volpi en China cuando aseguraba que “Los intercambios literarios entre los países latinoamericanos son limitadísimos”. Imagino que se refería a intercambios como experiencia de escritura, porque los narradores viven encontrándose en los aeropuertos, ferias, cantinas y un largo etcétera.

Los jóvenes poetas piensan otra cosa. Para hablar del movimiento actual de la poesía latinoamericana habría que trasladarse, y tampoco es algo nuevo, hacia el Cono Sur. Los nombres de Gabriela Bejerman, Fabián Casas, Germán Carrasco, Washington Cucurto (seudónimo de Santiago Vega), Gloria Dunkler, Claudio Gaete, Martín Gambarotta, Cristián Gómez Olivares, Gladys González, Yanko González, Paula Ilabaca, Héctor Hernández, Sergio Raimondi, Alejandra del Río, Enrique Winter y un alemán, Timo Berger, son algunos de los muchos nombres que constituyen esa red poética de la que hablaba atrás y que tiene su centro de irradiación en varios festivales y programas (en México, en los últimos años, los programas de Poesía en Voz Alta y de Literatura Expandida, animados desde la Casa del Lago, son un buen ejemplo de ello). Así, los intercambios de poetas hispanoamericanos mediante festivales de poesía son innumerables. Amén de los encuentros “oficiales”, como por ejemplo, Poetas del Mundo Latino, el Festival de Medellín, etc., deben sumarse el Latinale, Poquita fe, Salida al mar, Vértigo de los Aires, los contactos de placa (Plataforma de Artistas Chilango Andaluces), Bilbaopoesía, Poetas por Km2, el Festival de Poesía en Voz Alta... Son legión.

Como en las antologías, cada festival explica su razón de ser. En el 2012, Poetas por Km2 (organizado por Arrebato Libros y apoyado por aecid, del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, Casa de América y el Centro Cultural de España de México) explicaba que ellos no concebían los espacios y sitios como “escenarios” de poesía, sino que los integraban como parte de su discurso: “Tejiendo un puente a ambos lados del Atlántico, Poetas por Km2 ha creado un auténtico poemario con su estructura. Un poemario que incluye a los grandes referentes de la poesía actual en los países de habla hispana, confeccionado con una gama de estilos que van de lo clásico a lo más experimental, sin olvidar sus implicaciones directas con la música, con el lenguaje oral y con las expresiones artísticas y visuales”

Berlín se ha vuelto un centro irradiador de la poesía  latinoamericana, no sólo por el Latinale. Allí también tiene lugar el zebra Poetry Film Festival, organizado por la Berlin Literaturwekstatt, donde se admiten cortos que, realizados a partir de poesía, permitan ver los cruces entre estas dos formas de arte. Para el Festival de 2012, y el premio correspondiente, se inscribieron 870 participantes de 63 países.

Los rings poéticos, los performances, los campeonatos nacionales de verso libre, jams, etcétera, proliferan y parece animarlos una misma intención lúdica y festiva. (El Jam de Escritura México es, por cierto, uno de los menos improvisados que existan aunque digan, de todas las formas posibles: “Improvisa algo: vive”).
Existen también innumerables antologías virtuales que van agrupando poetas latinoamericanos, y ejercicios como Las afinidades electivas, las elecciones afectivas –promovido por el poeta argentino Alejandro Méndez hace algunos años– y que se registran en blogs o páginas electrónicas como, entre otras, el Círculo de Poesía. Los colectivos no se quedan atrás y por poner sólo tres ejemplos, recuerdo ahora Devrayativa, Motín Poeta y El Taller de la Caballeriza, pero existen y han existido muchísimos ejemplos. Los libros de poemas circulan por la red en todos los formatos disponibles y en Twitter los podemos encontrar con el hashtag #bibliotuit.
 
Hartos de Paz –“una gran losa que al fin se nos quitó de encima”, han dicho algunos–; de Juarroz –de quien nadie se acuerda en Argentina, aseguran otros–; de Borges –“¿Cómo le voy a creer a un ciego que lee?”,1 en palabras de Cucurto– entre otros, estos poetas, cuya gran mayoría no ha cumplido los treinta y cinco años (fecha oficial para dejar de ser joven en México), confían en la dudosa novedad del Spoken Word, alimentan la idea de realizar lecturas de poesía como los antiguos aedas; hacen videopoemas, intervenciones, y creen más que en las “mentiras contagiosas”, en la contaminación de los lenguajes artísticos a partir de un vínculo con el lenguaje poético. Un ejemplo de estos entrecruzamientos puede encontrarse en el performance “Mi voz es mi pastor”, de Mónica Nepote (en colaboración con Cinthya García Leyva en la manipulación de audio), presentado en marzo de 2014 como parte de los trabajos del Seminario Itinerante del Laboratorio de Literaturas Extendidas y otras materialidades

Así como abominan de aquellos padres poéticos, los nuevos poetas han encumbrado a autores como Roberto Echavarren, Diego Maqueira, Nicanor Parra, Raúl Zurita, los infrarrealistas, Gerardo Deniz o David Huerta, por mencionar algunos, y no por casualidad los nombres de sus agrupaciones, festivales y títulos aluden a una condición popular donde, se cree, pueden encontrarse las raíces de la asimilación con un público para quien la poesía ha dejado de significar algo. Pero ese público, esos posibles lectores, no son otros que los mismos poetas de siempre, ahora como grupo latinoamericano o mexicano, leyéndose, juzgándose, peleándose y, acaso, conversando.
 
“Después del Boom hay mucho más. En búsqueda de una nueva América Latina y de su poesía joven”, anunciaba la página web de Latinale para su edición 2007. También puede leerse que en el encuentro “entrará en acción una guagua lírica, un bus literario. Esa camioneta interurbana –llamada colectivo, micro, guagua, bondi o camello en Latinoamérica–, se convertirá en el bus de Latinale que servirá como una metáfora movediza y pondrá de manifiesto el nuevo desarrollo transnacional de la comunidad poética (latinoamericana) citada en Europa.” En su décimo aniversario, el Festival Poesía en Voz Alta 2014 se reconocía como un espacio comprometido “con la escena de exploración poética en y para el país y el resto del mundo”, en cuya plataforma confluían “la ironía, el choque, la experimentación, el contraste, el ritmo y el silencio. Con ellos, la lengua en delirio construye obras en las que, mediante la búsqueda, se persigue el reconocimiento de lo vivo como expresión necesaria. El lenguaje común, el que vincula lo nuevo con lo viejo para encontrar materia de comprensión es, indudablemente, la poesía.” La idea gregaria, comunal, de los poetas latinoamericanos actuales no puede ser más evidente.

Si bien las actividades y actitudes de estos poetas poco dicen, por sí mismas, de la naturaleza de su lenguaje poético o de su alcance real en el gran público al que aspiran a llegar, son un signo evidente de la efervescencia vital que no puede adjudicarse a ningún muerto.

Muchas de estas expresiones pueden ser criticadas como un remake jocoso de las vanguardias o juzgarlas a partir de los pronunciamientos de algunos de sus oficiantes, palabras que muchas veces producen escozor pues revelan más entusiasmo que ideas. Así, por ejemplo, cuando leo que el poeta debe “derogar todos los obstáculos y desafiar los valores establecidos (a la chingada la ortografía, lo academista) para desplegar una moral poética-performancera”, de acuerdo a las ideas de Brama Santos,2 no puedo olvidar cuántas veces he escuchado eso mismo. Su deseo de “poner al borde del colapso al universo” mediante recursos soportados por “el arte acción”, me parece ingenuo, aunque seguramente mi crítica se deba a la soberbia de creer que la poesía otorga títulos nobiliarios, a la vil ignorancia o insensibilidad artística: “Dormir dentro de una res, llamar por celular al público, encapsularse en poliuretano, comer en alguna esquina de la quinta avenida en Nueva York soportado por el arte acción; son algunas formas de cortar las ataduras lógicas, lo cual implica la única y verdadera posibilidad de aventura.” Brama Santos, sin embargo, tiene un público que ya quisiera yo. Más de dos mil personas, en una sola función, han visto su arte-acción. Para él, lo dice en su página, lo importante “no es crear obras magistrales o medianas, si no hacerlo constante y disciplinadamente. Entonces crear o llevar a cabo una acción de arte, significa ser lógico, coherente, pensar, esforzarse, sentir y obrar de acuerdo con la energía que creó la obra, el performance.”3

Sobre las distintas prácticas, no tan recientemente, Heriberto Yépez comentó, en relación con el Spoken Word: “Al spoken word se llega cuando: 1) hay carencia de buena poesía, 2) no se tiene una solución real, 3) se disfraza la crisis haciendo shows populistas.”4

Sea o no verdad, lo cierto es que existe una variedad de prácticas poéticas que no pueden soslayarse o borrar de un plumazo y tampoco se puede generalizar a partir de ejemplos aislados. Por otro lado, la poesía no sólo está en la red o en los espectáculos. Vive también en las bardas de algunas ciudades mexicanas y latinoamericanas (“La ciudad es un poema de versos interminables como sus calles”, diría Armando Alanís Pulido, fundador y promotor de Acción Poética México, quien en 2014 realizó un recorrido por distintas ciudades del país para celebrar, en las bardas, el centenario de Octavio Paz).

Esas interacciones, y los distintos contactos y ediciones tradicionales o virtuales, desmienten la idea de Volpi, pero ¿la fortuna de la prosa le sigue siendo adversa a los poetas? Además de ser personajes de una exhausta narrativa marcada por el mercado, los poetas han volteado sus ojos a la prosa con un éxito que ni los propios narradores habrían supuesto. No voy a hablar aquí de Elizondo, un poeta clandestino cuya escritura está alumbrada por la lámpara de azufre del poema. Tampoco de Daniel Sada o del mismo Bolaño, por mencionar unos cuantos. Las novelas escritas por poetas se han multiplicado y no tan silenciosamente ponen en entredicho la idea de que la literatura ES la narrativa.

Leo en Canción de tumba: “Leemos nada, y exigimos que esa nada carezca de matices: o vulgar o sublime. Y peor: vulgar sin lugares comunes, sublime sin esdrújulas. Asépticamente literaria. Eficaz hasta la frigidez. En el mejor de los casos, una novela posmo no pasa de costumbrismo travestido de cool jazz y/o pedantes discursos Kenneth Goldsmith’s style que demoran cien páginas en decir lo que a Baudelaire le tomaba tres vocablos: spleen et ideal”.

Ay, la mala bestia del marketing y los mercaderes. Quizá los poetas tengan “una última oportunidad sobre la tierra”, como pedía el hijo predilecto de Macondo, pues Andrew Wylie y la señora Balcells se han unido… Quizá sea una hora propicia para reconocerle a la poesía el estatuto que tuvo desde siempre, cuando cantar y contar no estaban distanciados.
 
 
 
NOTAS
 
1 Diego Erlan, “Washington Cucurto, el escritor del país que la literatura no mira”,  El Clarín, (8 de diciembre de 2006), http://edant.clarin.com/diario/2006/12/08/sociedad/s-05001.htm (consultado el 9 de diciembre de 2006).
2 Brama Santos,  “Poesía y performance: La manera más precisa de conocer la realidad y la vida”, http://performancelogia.blogspot.mx/2008/01/poesa-y-performance-la-manera-ms.html.
3 http://www.bramasantos.blogspot.mx/
4 Heriberto Yépez, “Di no al Spoken Word”, en Milenio, (8 de marzo de 2008), http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/8031210?quicktabs_1=0 (consultado el 3 de marzo de 2011).
 



Imagen
Reseñas

Imagen
Entrevistas