Casa nómada
Reseñas
Armando Oviedo
“Luz del hogar”
“Sábado” de Uno más Uno
17 de julio de 1999
La persistencia mostrada por Malva
Flores para continuar con su trabajo poético va a la alza después de que cambió
la prosa por el verso. Atrás quedaron los cuentos intrascendentes de Agonía de
falenas y Las otras comarcas; ahora se definen en su horizonte la luz de la voz
constante de Pasión de caza, que le
valió el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 1991, y la más reciente
reincidencia en tierra, Casa nómada,
con el que ganó el Premio de Poesía Aguascalientes 1999.
Ambos libros tienen sus correspondencias más allá de presentarse como ganadores de premios tan importantes. Pasión de caza está formado por una serie de figuras a contraluz. Casa nómada, antítesis del hogar trashumante, es un libro más cohesionado en sentido e intención a pesar de estar dividido en dos pares: “Casa nómada” y “Turbia dicción”. También los dos libros citados se han caracterizado por su brevedad en los versos y el total del libro. No ha exceso de figuras retóricas ni abundantes juegos retóricos. La economía de medios es una virtud en la poesía de Malva Flores. Mencioné las correspondencias de libros que bien pueden rastrearse en aquel poma ubicado en Pasión de caza, que es el antecedente de esta casa trashumante: “La casa no tiene paradero / ni llaves / ni postigos. / Es un ángel de la guarda / con colmillos de lobo.” Puertas, ventanas, paredes, techo, piso, se abren a la memoria como una alucinación (más luz). Establecido el contacto, éste no ser perderá en Casa nómada, construida en dos tiempos encadenados y contrastantes. Parafraseando el epígrafe de Claude Esteban que Malva elige, podemos decir que la luz, para la poetisa, es una casa en lugar de una cosa porque este habitar en las zonas más iluminadas es el propósito de los poemas de la casa que viaja. Los breves poemas que componen la numeración I, III, V, VII y IX se corresponden en una cadena unida por la última palabra de cada verso formando un largo poema que habla de la casa situada por el asfalto, guarecida de la contaminación y sumida en la cálida costumbre. No son poemas que externe una queja o alaben el monstruo citadino; al contrario, es la superación de un medio adverso, estableciendo la distancia de muros para adentro que puede llamarse infancia, recuerdo, besos. Los otros poemas que forman las secciones pares es la casa más abierta del ser humano, la naturaleza en pleno juego con la presencia, en el centro, de la luz menos secreta. No hay umbral, la ventana es la mirada, el lugar puede ser Teocelo y otro ambiente pero los aspectos de esta matriz tienen otro mobiliario: el jardín es una fiesta, para pasar de la sala a la cocina hay que cruzar un río. El centro está ahí y la periferia en todas partes donde el monte asalte. El lugar sería una postal o mera arquitectura si no estuviera la pareja que la cobija; el amor calienta y sobrelleva ambos hogares, el ámbito cerrado y el abierto de techos de nube tienen sentido si ellos lo habitan: “Paraíso es aquí: / Son tus manos desnudas / librándome la muerte”. “Turbia dicción” es, como rabo de nube de las casas señaladas, el traspatio del amor. Es la muerte y sus murmullos. Sección breve, remata para continuar en otra parte (¿el cielo? ¿el infierno?) “Y aunque todo se muere / lo mejor es mejorar la imagen / del verbo transigir /… / que volvamos a su origen las palabras”. Mientras tanto, un fantasma recorre la habitación vacía. |