Morales V., Francisco
“‘Lo que puedo hacer es poesía’. Malva Flores: escritora e investigadora”.
Reforma Cultura (13 de mayo de 2021), p. 17.
“‘Lo que puedo hacer es poesía’. Malva Flores: escritora e investigadora”.
Reforma Cultura (13 de mayo de 2021), p. 17.
'Lo que puedo hacer es poesía' Francisco Morales V. DE PERFIL. Malva Flores: Escritora e investigadora. Nómada entre dos mundos, el académico y el literario, la autora ha escudriñado la vida intelectual de un México cambiante. Su trabajo como ensayista ha sido reconocido con premios como el Xavier Villaurrutia y no descuida su voz poética La escritora Malva Flores se sabe habitante de dos mundos que, aunque para ella son absolutamente complementarios, cada vez se tocan menos en la práctica. Lo supo a mitad de su carrera como poeta, cuando llegó a la conclusión de que, si quería combinar su trabajo literario con una trayectoria académica, debía seguir un guión impuesto por la época. "Tuve la oportunidad de ingresar a la academia justo en un momento en que en México ocurrió algo feo, yo creo que es algo feo, y eso fue que las instituciones culturales decidieron que quienes no tuvieran títulos no eran personas que tenían un conocimiento amplio y valioso, como siempre fue la tradición en este país", relata. Así, habiendo publicado ya libros como Casa nómada (1999), ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, Flores (CDMX, 1961) tuvo que iniciar una carrera frenética para terminar una maestría y un doctorado en tan sólo cinco años. |
La posibilidad de hacerse con un plaza en la Universidad Veracruzana, donde actualmente es investigadora de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, la llevó de vuelta a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para continuar sus estudios en letras mexicanas.
"Antes, tú no necesitabas decir que eras doctor para que se supiera que tú sabías muchísimo más que otros doctores, y entonces toda una generación, la mía y la anterior a la mía, que había vivido pensando que lo único que importaba era saber, llegó el momento en que no teníamos trabajo porque no teníamos esos títulos", abunda.
Como parte de una generación de autores jóvenes que comenzaban sus carreras justo en el ocaso de las grandes revistas y suplementos culturales del País, a la poeta le tocó atestiguar también el divorcio entre la academia y los escritores intelectuales.
"Sí, yo soy académica, y sí, he hecho todo lo que me pidieron para demostrar que sí merecía yo pertenecer a ese grupo, pero también soy escritora, y pienso que los escritores tienen muchísimas cosas qué decir", explica. "Sin los escritores, los que estudiamos a los escritores no existiríamos. Resulta un poco ridículo, pero es la verdad; es decir, yo soy una profesora que enseña literatura, pero si nadie escribe literatura, ¿yo qué voy a enseñar?".
Esta existencia entre dos mundos, sin embargo, terminó por darle carácter a una exitosa trayectoria como ensayista que, tan sólo en el 2021, llevó a que su libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes. Crónica de una amistad recibiera dos de los galardones literarios más importantes del País: el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores y el Premio Mazatlán de Literatura. Una labor cuyo origen puede trazarse hasta su libro El ocaso de los poetas intelectuales y la generación del desencanto (2010), surgido de su tesis de maestría, pero también como una forma de explicarse el cambio en la vida cultural mexicana que le había tocado vivir.
"Todo lo que uno hace, si lo hace con pasión y honestidad, tiene que ver con uno mismo. Yo, cuando llegué aquí, no sabía por qué había ocurrido esto que ocurrió en la vida cultural mexicana, por qué desaparecieron las revistas, por qué dejaron de tener importancia los suplementos y toda la vida que giraba alrededor de los escritores desapareció", reflexiona.
Desde la poesía y desde la academia, Malva Flores busca, todavía, explicárselo. "En esa dificultad que es propia de mi vida y de mi pertenencia a dos mundos, que parece que se juntan, pero que en realidad no se juntan, es que he hecho todo lo que he escrito en los últimos 20 años", expone.
¿NÚMEROS O LIBROS?
La elección de carrera de Malva Flores, según relata, fue un debate interno entre dos pasiones: continuar con la labor de sus padres, ambos físicos, desde las ciencias exactas, o entregarse a otra forma de disfrutar el mundo. "En realidad yo quería ser matemática y tomé una decisión muy alocada, porque yo veía a mi madre, sobre todo, estar sentada todo el día haciendo numeritos, y por otro lado yo me la pasaba acostada leyendo, entonces pensé: '¿Qué prefiero? ¿Estar sentada haciendo numeritos o estar acostada leyendo?'", recuerda.
Al final ganó la lectura e ingresó a la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, donde, contrario a lo que ella hubiera querido, no le enseñaron a ser escritora, pero eso no la detuvo. "Publiqué dos libros malísimos, malísimos, porque en realidad yo no sabía que yo servía más para escribir poesía. De hecho, yo lo que quería era ser novelista y cuentista, y lo he querido ser toda la vida, pero pues no, no me ha salido", reconoce. "Lo que realmente puedo hacer, de una manera más o menos decorosa, es poesía", apunta.
Sus libros de poesía, al juzgar por la crítica y los galardones que han recibido, han sido más que decorosos, y nunca han dejado de lado ese impulso narrativo, pero ahora expresado por versos. Así lo muestra, por ejemplo, su empeño más reciente en el género, A ingrata línea quebrada (2019), que se anuncia en la portada con el subtítulo "Dos cuentos". "Yo creo que todos estamos escribiendo siempre un mismo libro y, de hecho, yo diría que tanto mis libros de poesía como mis libros de ensayo cuentan una misma historia, aunque parezca que no", declara. Un libro dividido en muchos libros, que salta de género en género, y que ya se aproxima a la veintena de volúmenes publicados.
PRIMERO LA LITERATURA
El proyecto Péndola, un repositorio de revistas culturales hispanoamericanas fundado por Flores y que se sostiene por un nutrido grupo de colaboradores, es sólo un paso lógico dentro del trabajo intelectual de la autora. Así lo supo cuando trabajaba en Estrella de dos puntas..., su investigación sobre la amistad y el intercambio literario e intelectual entre Octavio Paz y Carlos Fuentes.
"Una investigación que me llevó 10 años y que implicaba la necesidad de conocer lo que había ocurrido en las revistas, porque Estrella de dos puntas... no trata únicamente de la correspondencia entre Octavio Paz y Carlos Fuentes, sino de las polémicas en las que ambos participaron", explica. "Y no había ningún lugar donde yo pudiera revisarlas, tendría que haberme trasladado para vivir a la Ciudad de México para revisar muchas cosas", dice sobre esta carencia que logró sortear con ayuda de su amigo José de Jesús Arenas.
Una revisión del libro resultante, con su escritura atractiva, entendible y llana, muestra algo que Flores ha planteado también en su libro Sombras en el campus: notas sobre literatura, crítica y academia (2020). La autora ha emprendido una campaña para evitar que la jerga académica, en ocasiones insufrible, aleje a los lectores. "Cuando sólo hablamos con fórmulas, hemos perdido la capacidad de la imaginación y, si perdemos la capacidad de la imaginación, perdemos la literatura y nos perdemos nosotros mismos", dice. "Sí estoy en contra del lenguaje rarificado, no toda la academia es así, quiero decir que hay extraordinarios colegas, maravillosos escritores, que saben que lo que hacen no responde a una forma preestablecida donde nosotros vamos a tratar de entender el mundo aplicando un cartabón, sino que somos capaces de creer, primero, en la maravilla de la imaginación", señala.
En sus esfuerzos por explicarse el ocaso de los poetas y escritores intelectuales en México, tiene convicciones que refleja en todos sus libros. "¿De veras nos interesa la literatura? ¿De veras nos interesa la individualidad de los escritores? ¿Nos interesa saber que una obra es especial y única? ¿O nos interesa saber si fue un mal esposo, una mala madre, si se bañaba o no? Eso qué nos importa", dice sobre una tendencia creciente desde lo académico. "Ésa es mi discusión permanente desde Sombras en el campus..., y es permanente en la vida", apunta.
Desde la poesía o el ensayo, Malva Flores defiende, antes que otra cosa, a la literatura en sí misma.
El Sol en su cenit
y el cántaro sin agua.
Parpadea su imagen
como todo en verano
y se abrasan los cuerpos
buscando el rastro de su sombra.
Porque todo en verano es mediodía
todo lo que es oasis
es engaño.
Pero lo real cae como filo:
vertical es la luz y la palabra
es tajo.
De Ladera de las cosas vivas (Conaculta, 1997)
PUENTE ENTRE CULTURAS
El empeño más reciente de Malva Flores se llama Péndola, que ella define como un "repositorio de repositorios" de revistas culturales hispanoamericanas. En pendola.mx el usuario puede encontrar publicaciones de países como:
"Una péndola es una pluma, pero es también la estructura que sostiene a los puentes colgantes. Si, como quería Octavio Paz, las revistas son puentes, en Péndola queremos ser uno de sus sostenes".
"Antes, tú no necesitabas decir que eras doctor para que se supiera que tú sabías muchísimo más que otros doctores, y entonces toda una generación, la mía y la anterior a la mía, que había vivido pensando que lo único que importaba era saber, llegó el momento en que no teníamos trabajo porque no teníamos esos títulos", abunda.
Como parte de una generación de autores jóvenes que comenzaban sus carreras justo en el ocaso de las grandes revistas y suplementos culturales del País, a la poeta le tocó atestiguar también el divorcio entre la academia y los escritores intelectuales.
"Sí, yo soy académica, y sí, he hecho todo lo que me pidieron para demostrar que sí merecía yo pertenecer a ese grupo, pero también soy escritora, y pienso que los escritores tienen muchísimas cosas qué decir", explica. "Sin los escritores, los que estudiamos a los escritores no existiríamos. Resulta un poco ridículo, pero es la verdad; es decir, yo soy una profesora que enseña literatura, pero si nadie escribe literatura, ¿yo qué voy a enseñar?".
Esta existencia entre dos mundos, sin embargo, terminó por darle carácter a una exitosa trayectoria como ensayista que, tan sólo en el 2021, llevó a que su libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes. Crónica de una amistad recibiera dos de los galardones literarios más importantes del País: el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores y el Premio Mazatlán de Literatura. Una labor cuyo origen puede trazarse hasta su libro El ocaso de los poetas intelectuales y la generación del desencanto (2010), surgido de su tesis de maestría, pero también como una forma de explicarse el cambio en la vida cultural mexicana que le había tocado vivir.
"Todo lo que uno hace, si lo hace con pasión y honestidad, tiene que ver con uno mismo. Yo, cuando llegué aquí, no sabía por qué había ocurrido esto que ocurrió en la vida cultural mexicana, por qué desaparecieron las revistas, por qué dejaron de tener importancia los suplementos y toda la vida que giraba alrededor de los escritores desapareció", reflexiona.
Desde la poesía y desde la academia, Malva Flores busca, todavía, explicárselo. "En esa dificultad que es propia de mi vida y de mi pertenencia a dos mundos, que parece que se juntan, pero que en realidad no se juntan, es que he hecho todo lo que he escrito en los últimos 20 años", expone.
¿NÚMEROS O LIBROS?
La elección de carrera de Malva Flores, según relata, fue un debate interno entre dos pasiones: continuar con la labor de sus padres, ambos físicos, desde las ciencias exactas, o entregarse a otra forma de disfrutar el mundo. "En realidad yo quería ser matemática y tomé una decisión muy alocada, porque yo veía a mi madre, sobre todo, estar sentada todo el día haciendo numeritos, y por otro lado yo me la pasaba acostada leyendo, entonces pensé: '¿Qué prefiero? ¿Estar sentada haciendo numeritos o estar acostada leyendo?'", recuerda.
Al final ganó la lectura e ingresó a la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, donde, contrario a lo que ella hubiera querido, no le enseñaron a ser escritora, pero eso no la detuvo. "Publiqué dos libros malísimos, malísimos, porque en realidad yo no sabía que yo servía más para escribir poesía. De hecho, yo lo que quería era ser novelista y cuentista, y lo he querido ser toda la vida, pero pues no, no me ha salido", reconoce. "Lo que realmente puedo hacer, de una manera más o menos decorosa, es poesía", apunta.
Sus libros de poesía, al juzgar por la crítica y los galardones que han recibido, han sido más que decorosos, y nunca han dejado de lado ese impulso narrativo, pero ahora expresado por versos. Así lo muestra, por ejemplo, su empeño más reciente en el género, A ingrata línea quebrada (2019), que se anuncia en la portada con el subtítulo "Dos cuentos". "Yo creo que todos estamos escribiendo siempre un mismo libro y, de hecho, yo diría que tanto mis libros de poesía como mis libros de ensayo cuentan una misma historia, aunque parezca que no", declara. Un libro dividido en muchos libros, que salta de género en género, y que ya se aproxima a la veintena de volúmenes publicados.
PRIMERO LA LITERATURA
El proyecto Péndola, un repositorio de revistas culturales hispanoamericanas fundado por Flores y que se sostiene por un nutrido grupo de colaboradores, es sólo un paso lógico dentro del trabajo intelectual de la autora. Así lo supo cuando trabajaba en Estrella de dos puntas..., su investigación sobre la amistad y el intercambio literario e intelectual entre Octavio Paz y Carlos Fuentes.
"Una investigación que me llevó 10 años y que implicaba la necesidad de conocer lo que había ocurrido en las revistas, porque Estrella de dos puntas... no trata únicamente de la correspondencia entre Octavio Paz y Carlos Fuentes, sino de las polémicas en las que ambos participaron", explica. "Y no había ningún lugar donde yo pudiera revisarlas, tendría que haberme trasladado para vivir a la Ciudad de México para revisar muchas cosas", dice sobre esta carencia que logró sortear con ayuda de su amigo José de Jesús Arenas.
Una revisión del libro resultante, con su escritura atractiva, entendible y llana, muestra algo que Flores ha planteado también en su libro Sombras en el campus: notas sobre literatura, crítica y academia (2020). La autora ha emprendido una campaña para evitar que la jerga académica, en ocasiones insufrible, aleje a los lectores. "Cuando sólo hablamos con fórmulas, hemos perdido la capacidad de la imaginación y, si perdemos la capacidad de la imaginación, perdemos la literatura y nos perdemos nosotros mismos", dice. "Sí estoy en contra del lenguaje rarificado, no toda la academia es así, quiero decir que hay extraordinarios colegas, maravillosos escritores, que saben que lo que hacen no responde a una forma preestablecida donde nosotros vamos a tratar de entender el mundo aplicando un cartabón, sino que somos capaces de creer, primero, en la maravilla de la imaginación", señala.
En sus esfuerzos por explicarse el ocaso de los poetas y escritores intelectuales en México, tiene convicciones que refleja en todos sus libros. "¿De veras nos interesa la literatura? ¿De veras nos interesa la individualidad de los escritores? ¿Nos interesa saber que una obra es especial y única? ¿O nos interesa saber si fue un mal esposo, una mala madre, si se bañaba o no? Eso qué nos importa", dice sobre una tendencia creciente desde lo académico. "Ésa es mi discusión permanente desde Sombras en el campus..., y es permanente en la vida", apunta.
Desde la poesía o el ensayo, Malva Flores defiende, antes que otra cosa, a la literatura en sí misma.
El Sol en su cenit
y el cántaro sin agua.
Parpadea su imagen
como todo en verano
y se abrasan los cuerpos
buscando el rastro de su sombra.
Porque todo en verano es mediodía
todo lo que es oasis
es engaño.
Pero lo real cae como filo:
vertical es la luz y la palabra
es tajo.
De Ladera de las cosas vivas (Conaculta, 1997)
PUENTE ENTRE CULTURAS
El empeño más reciente de Malva Flores se llama Péndola, que ella define como un "repositorio de repositorios" de revistas culturales hispanoamericanas. En pendola.mx el usuario puede encontrar publicaciones de países como:
"Una péndola es una pluma, pero es también la estructura que sostiene a los puentes colgantes. Si, como quería Octavio Paz, las revistas son puentes, en Péndola queremos ser uno de sus sostenes".
Aguilar Sosa, Yanet
“Nace Péndola, un sitio sobre la historia de las revistas”.
El Universal. Cultura
(28 de marzo de 2023), A31.
“Nace Péndola, un sitio sobre la historia de las revistas”.
El Universal. Cultura
(28 de marzo de 2023), A31.
Gerardo Antonio Martínez. "Malva Flores: El espíritu de la crítica. No necesito que me visibilicen por mi color ni por mi sexo" Confabulario (11 de julio de 2021), pp. 6-8.
Carlos Olivares Baró
Malva Flores indaga en la amistad entre Octavio Paz y Carlos Fuentes
La Razón
29 de diciembre de 2020
Malva Flores indaga en la amistad entre Octavio Paz y Carlos Fuentes
La Razón
29 de diciembre de 2020
Analiza Malva Flores papel de los poetas
Yanireth Israde Gonzalez Reforma. Cultura Viernes 2 de enero de 2015, p. 19 |
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La poesía surge al margen de modas y designios mercantiles pero no debe ser, necesariamente, marginal, postula Malva Flores, autora de La culpa es por cantar.
Apuntes sobre poesía y poetas de hoy. "Una cosa es escribir al margen y otra adoptar lo marginal como bandera política. Asumirte como marginal para socavar o para denunciar al canon no me parece que sea una forma que distinga a una poesía y la haga mejor. Además, cuando te planeas marginal de antemano restas posibilidades a tu expresión poética", explica la ganadora del Premio de Poesía Aguascalientes en 1999. En este libro, coedición de literalpublishing y el Conaculta, la ensayista indaga, entre otros temas, la distinción entre poetas y poesía, y la posición de ésta en la era del internet. "El problema es creer que la poesía son los poetas. Siempre ha habido muchísimos; poesía, también. Somos muchos poetas, hay mucha poesía, no una ruta única. Todas son valiosas, siempre y cuando entiendan la poesía como una estructura que puede relacionarse con otras estructuras. Un ensamblaje semejante a una casa, dice, con cimientos, armazón, ventanas, no solo decorado: una casa que canta. "Todavía creo que la poesía es cantar y contar. Cuentas una historia y lo haces a través de una estructura que muchas veces es musical, que tiene ritmo. La poesía para mí, antes que otra cosa, es un ritmo. Existe ahora un gran embate contra la poesía lírica porque tienen la idea de que sólo canta y dice cosas bonitas. La poesía puede no decir cosas bonitas y de todas formas cantar". Y¿cuál es el futuro de la poesía, tiene futuro?, se pregunta Flores en el libro. "Etiquetada por el mercado como 'artículo en desuso', la poesía desaparece de los anaqueles y se refugia en ediciones marginales, en ediciones de autor o confundida entre millones de hits en la red, que viene a ser lo mismo. Pero, ¿cuándo, en verdad, ha sido diferente?". |
En las publicaciones actuales, escribe, la poesía es como el jarrón o la figurita de Lladró que adornan algunas casas para recibir a los invitados.
Esta queja, señala, es una de las muchas que expresan los poetas mexicanos: por la ausencia de suplementos literarios, también por la desaparición de la crítica de poesía en su forma tradicional o porque los poemas aparecen en las revistas literarias como florero, un elemento decorativo. Sin embargo, el margen, insiste, ha sido el camino de la poesía, no la marginalidad. "(El margen) como resultado de una voluntad minoritaria (aunque convenga negarlo) que ve en el poema no un artículo de consumo, sino una forma viva de duración". |
Perspectivas de la crítica mexicana | entrevista con Malva Flores
Roberto Bolaños Godoy
8 de Julio de 2014
Gaceta Frontal
Roberto Bolaños Godoy
8 de Julio de 2014
Gaceta Frontal
En Frontal nos hemos comprometido con la generación de un diálogo fértil en torno a la crítica que no puede desatenderse a ella misma como objeto de reflexión, muchas veces (como en este caso), apasionada. Presentamos en esta ocasión la entrevista que tuvimos con malva flores, quien, además de ser poeta, se ha dedicado recientemente a documentar nuestra historia intelectual, con la firme idea de que otra crítica es posible.
Hace poco, en frontal, publicamos un ensayo de Héctor Iván González sobre Pasado en claro; en éste, el autor mencionaba que Octavio Paz no era ni el mejor ni el más importante de la literatura mexicana, pero sí el más trascendente, debido a la amplitud de su influencia. Lo retomo, por lo siguiente: a propósito del centenario de Paz, ¿cuál o cuáles deberían ser las formas o enfoques para leerlo críticamente hoy? ¿es posible abordar a paz y valorar su legado sin un filtro o prejuicio ideológico? ¿o sería una manera ingenua de hacerlo? ¿qué opinas con respecto de este juicio sobre que «no es ni el mejor ni el más importante poeta, pero sí el más trascendente»?
En la crítica literaria ocurrieron transformaciones profundas después de la segunda guerra mundial que hoy nos tienen –por lo menos en los países que somos satélites del pensamiento norteamericano, y que a su vez se apropió del francés, etcétera, etcétera– en un estado grave de postración con respecto a nuestras capacidades argumentativas. Hoy ya no somos capaces de imaginar o de pensar dos pasos más allá de nuestro marco teórico: deliberadamente repensamos (repetimos) lo que otros dijeron y ese acto nos parece brillante. No es difícil, entonces, que la falta de imaginación, la ignorancia y la crítica se hayan tomado de la mano y bailen con graciosos pasos de suficiencia (y un arsenal dizque ideológico de izquierda, de derecha, de lo que sea) que nos distancia no sólo de la obra de paz sino de la de cualquier otro escritor. «leer críticamente», en estos tiempos, significa pronunciar, docta y revolucionariamente, aquella vieja frase: «ajustícienlos, después virigüen». Ese «después», por cierto, no llega nunca porque creemos que ya hicimos una previa investigación exhaustiva que nos lleva a concluir que el poeta, el narrador o el crítico, a quien hemos sentado en el banquillo de los acusados, es culpable de antemano. En ese sentido, la crítica mexicana se parece mucho a la justicia mexicana. ¿ha sido distinto en algún momento? La crítica fue siempre una variante de la carnicería, pero la diferencia entre la crítica actual y la que se producía antes del triunfo de la peor academia, estriba en la capacidad y amplitud de su lenguaje (que hoy se restringe a la repetición mecánica de fórmulas y etiquetas) y al barniz ideológico desde donde se produce. Digo «barniz», porque ni siquiera hemos sido capaces de asumir nuestra «ideología» más que como máscara de buenas intenciones: del mismo modo como antes éramos buenos católicos, nos confesábamos los domingos y el resto de la semana éramos capaces de las peores atrocidades; hoy todos somos buenos, políticamente correctos, defendemos las causas nobles, nos ofenden la miseria y el crimen que observamos (sentados en un café de la condesa, en un cubículo de CU o de Yale) a través de la pantalla de nuestro iPad, iPhone o cualquier otro dispositivo. Lo real no existe más que como discurso, aunque desde nuestra privilegiada posición planeemos nuevos movimientos libertarios o realicemos una marcha, lejos, lejos de los verdaderos muertos, de la injusticia real y cotidiana. He visto muertos colgando de los puentes por donde paso cada mañana; niñas de la edad de mi hija que son secuestradas diariamente. Frente a eso, el activismo promovido por escritores y profesores que defienden las buenas causas desde la ciudad de México o desde algún campus norteamericano, sólo puede causarme rabia y asco.
En relación con la crítica a Paz, aunque parezca o sea ingenuo, yo practicaría un ejercicio diferente: despojemos la obra poética de Paz y la de sus detractores del nombre de su autor. Reunámoslas azarosamente. Descubriremos que muchos de los poetas que antes y hoy defenestran a Paz, tienen una misma marca de origen formal, escriben versos que Paz habría firmado, pero tienen una parafernalia diferente: su show expositivo es muy distinto. Hagamos entonces lo mismo con Paz y los poetas que lo anteceden: descubriremos un hilo no tan invisible y al que no llamo tradición porque esa palabra hoy está proscrita por las buenas conciencias críticas. Por eso no me considero lo suficientemente capacitada como para poner ese tipo de estrellitas en la frente de Paz. ¿Es el mejor, el más importante, el más trascendente? Sólo puedo hablar desde mi gusto: no es el poeta mexicano que más me gusta. Sí es el ensayista mexicano que más admiro.
¿El debate literario es solamente estético o debería suponer una postura política? ¿cómo afecta la militancia ideológica en la recepción de la literatura? ¿las respectivas dicotomías paz-revueltas y paz-huerta son paradigmas sin solución para la crítica mexicana?
Somos animales políticos y todo lo que hacemos, hasta por omisión, es político. No está ahí el problema, sino en la indigencia crítica y en la simulación; en nuestra incapacidad para advertir la incongruencia entre lo que defendemos ideológicamente, nuestra actividad real en el mundo cotidiano y el lenguaje que utilizamos. Pero estoy hablando desde un nosotros que no tiene nada que ver con el mundo real. Nosotros, los que discutimos sobre la recepción de la literatura, no somos todos. No somos, ni siquiera, el adolescente que en la secundaria se topa con un poema de Efraín huerta o de paz y se deslumbra. No somos la muchacha que lee El luto humano y siente una empatía profunda con el dolor de los personajes. Nos hemos olvidado de que la literatura es eso: empatía, y somos –los que a esto nos dedicamos– una minoría arrogante. Siempre ha sido así. Pensar lo contrario es parte de la simulación de quienes forman el círculo de las piadosas almas biempensantes que utiliza un lenguaje impenetrable, una jerga que distancia de forma irreversible al lector común de su profunda disquisición que nos dice todo el tiempo que existen «categorías», no literatura, no empatía. Entonces, me cuesta mucho trabajo contestar tu última pregunta, pues de inmediato me asalta otra: los paradigmas, ¿tienen solución? En todo caso, me parecen falsos problemas, esos que la mala (pero abundantísima) academia ha planteado para, «problematizando» la literatura, tener algo que decir y así poder «insertarse en el campo cultural», ingresar al SNI u obtener su tenure.
A partir de tu experiencia con la publicación periódica de crítica en revistas literarias y suplementos, ¿qué opinas sobre la distinción artificial que tanto tiempo existió sobre la crítica periodística y la crítica académica (ambas mutuamente escindidas y ninguneadas) y con respecto a los recientes atisbos de conciliación que comienzan a verse, sobre todo por el contacto con la crítica norteamericana?
No creo que sea una distinción artificial, aunque en los últimos tiempos ya no es posible distinguir los gatos de las liebres. Aun habría que hacer una distinción más: la crítica periodística no es, necesariamente, la crítica literaria. A mí no me importa cuál es la «adscripción» del crítico, siempre y cuando no pretenda imponerme categorías donde no las hay y un lenguaje cuyo léxico mínimo sólo es muestra de una incapacidad verbal. No ensanchan el pensamiento: lo angostan al tamaño de su vocabulario. Esto puede parecer una perogrullada, pero ¿qué pasaría si elimináramos de nuestra crítica todas aquellas palabras que, suponemos, dicen por sí mismas? Son etiquetas que utilizamos a diestra y siniestra para que nuestro trabajo parezca objetivo, apoyado en un lenguaje no «impresionista». La mayoría de los críticos académicos –no estoy hablando aquí de filósofos, pensadores o de los grandes críticos literarios surgidos de las universidades– escriben un discurso pseudocientífico para dar cuenta de su pertenencia a un gremio y demostrar así que su trabajo no se trata de una apreciación nacida de la intuición, la experiencia y la erudición. Al mismo tiempo, en sus escritos se sienten obligados a elaborar un discurso alterno que corre a la par del discurso especializado: una traducción que el discurso científico elabora por única vez mediante el establecimiento de algunas convenciones (un ejemplo sencillo: sea a los libros, b los cuadernos). La ciencia llega a una definición a partir de la observación, la experimentación y la comprobación. Las definiciones formales de derivada e integral, que fueron formuladas por Weierstrass en el siglo XIX, no han sido modificadas ni su nombre ha cambiado de acuerdo con la moda o la escuela «interpretativa». Otra cosa sucede con el lenguaje actual de los estudios literarios y probablemente pone en evidencia un problema que socavaría, desde dentro, la orgullosa fortaleza cubicular: la legitimidad de su discurso, su legibilidad, es puesta en duda por sus propios autores incesantemente, pues lo que se quiere científico no es otra cosa que la expresión de términos dizque teóricos que necesitan de acotaciones (a pie de página, como cláusula entre comas o guiones) cada vez que los enuncian. La revisión de cualquier paper puede comprobarlo.
Por otro lado, la hegemonía de la crítica académica es tan aplastante que ha contaminado incluso a los escritores y a su escritura (su «forma de producción», dirían ahora). Y ocurre algo muy gracioso: disentir de ese tipo de crítica, defender la capacidad verdaderamente revolucionaria y liberadora de la lengua, de la literatura y el arte que no se ajustan al lenguaje esquemático, institucional, oficial, de la academia, te convierte en «hegemónico» o en ignorante. Como sabes, soy una profesora en la academia. La conozco desde que nací pues mis padres y mis abuelos fueron académicos (físicos, ingenieros, matemáticos) de la UNAM. Trabajé más de quince años en CU y desde hace diez, en la Universidad Veracruzana. No hablo, entonces, desde fuera. La conozco muy bien y sé de sus enormes y valiosas aportaciones en muchos campos; pero no ignoro o paso por alto la enorme mezquindad de los «doctores», el esquema piramidal de su estructura y la charlatanería y corrupción que se esconden atrás del velo dorado del conocimiento (que ahora ya no es conocimiento, sino «saberes»). La crítica literaria que se produce en las universidades fue derrotada, en su mayoría, por el imperio que dice combatir: la homogeneidad del pensamiento. No dudo, entonces, que se crea que existen atisbos de conciliación gracias a la crítica norteamericana. No es conciliación, es rendición: nos derrotaron con un arma poderosa: el lenguaje, al que se le ha raspado su verdadera carga crítica. Hoy todos pensamos igual, hablamos igual, de acuerdo con la moda que nos imponen desde el cubículo y ese poder, disfrazado de bondad teórica, es el que nos explica desde Nueva York y en boca de latinoamericanos, los padecimientos que sufrimos a causa de la «neocolonización». El chiste se cuenta solo, pero el verdadero imperio siempre encuentra la forma de mutarse, de conseguir feligreses y adeptos: muchos académicos (y también ahora, increíblemente, algunos escritores) se han convertido en sus mejores voceros y sacristanes.
El crítico Christopher Domínguez Michael suele relacionar a la crítica literaria (a la labor del crítico) con la de hacer historia de las ideas. ¿pero qué tan cercana está la crítica de la historia intelectual?
Antes que nada, el crítico literario es –como cualquier poeta o narrador– un lector. Cuando es un gran crítico –es decir, un gran lector–, puede compartir con claridad no sólo su reflexión sobre la obra que critica o estudia (sea una jarcha medieval o la última novela en el estante de novedades), sino también las ideas expuestas allí en relación con el resto de ideas que circundan, influyen, dialogan con la obra en sí. El desprestigio del crítico como historiador de la literatura es una anomalía más de lo políticamente correcto, porque ya no podemos enjuiciar ni la obra ni su circunstancia ni, mucho menos, encontrar su sitio en la historia de las ideas: ahora sólo podemos teorizar a su alrededor y por eso las palabras canon, tradición, etcétera, están prohibidas. Es paradójico este mundo que dice respetar la diferencia y al mismo tiempo prohíbe y sataniza la distinción –que es la primera tarea del crítico– y la disensión. La historia intelectual de nuestro tiempo será criticada en el futuro como la de un momento en que los hombres, avergonzados de sí mismos con razón, depusieron las armas del pensamiento y vivieron en un mundo que se entonó en clave de re: yo reconfiguro, tú repiensas, él rearticula, nosotros reformulamos…
¿Qué tan actual o qué tan anacrónica es la crítica literaria que se escribe hoy en México?
Cuando la crítica es concebida como otra forma de la creación –que es como yo la pienso–, como otra expresión del pensamiento, me parece absurdo endilgarle esos términos. Ahora, si la crítica literaria se basa en «tendencias», será tan anacrónica o actual como la moda a la que se adose, pero no será crítica: será moda, regulada por los imperativos del mercado.
¿Qué tan cierto es ese discurso apocalíptico sobre que la literatura mexicana (y la crítica) está en crisis?
Voy a responder con un ejemplo que se refiere a la poesía, pero que tal vez sea adecuado: Concediendo que es la poesía (y no los poetas) quien se encuentra «en crisis», recurrentemente intentamos salvarla como intentamos salvar al país, al sistema bancario, al carcelario, también a los enfermos. Confundidos, lo que no sabemos es a quién salvar: si a la niña que imaginamos ahogándose en el pozo, al niño que la tiró jugando o al pozo mismo. La actual postración de la crítica, de la que te hablaba al principio, no creo que signifique realmente nada en el tiempo del arte. Breton no estaba equivocado: «la poesía tiene todo el tiempo por delante».
¿Cuáles son los críticos que más te han influido en la forma de leer y acercarte a la literatura?
Me gustan muchos críticos. Si me han influido o no, ni siquiera lo pienso. De todos ellos, prefiero a George Steiner.
Finalmente, ¿qué le falta a la crítica literaria mexicana?
Una terapia de desintoxicación. Un diccionario. Leer literatura sería pertinente.
Hace poco, en frontal, publicamos un ensayo de Héctor Iván González sobre Pasado en claro; en éste, el autor mencionaba que Octavio Paz no era ni el mejor ni el más importante de la literatura mexicana, pero sí el más trascendente, debido a la amplitud de su influencia. Lo retomo, por lo siguiente: a propósito del centenario de Paz, ¿cuál o cuáles deberían ser las formas o enfoques para leerlo críticamente hoy? ¿es posible abordar a paz y valorar su legado sin un filtro o prejuicio ideológico? ¿o sería una manera ingenua de hacerlo? ¿qué opinas con respecto de este juicio sobre que «no es ni el mejor ni el más importante poeta, pero sí el más trascendente»?
En la crítica literaria ocurrieron transformaciones profundas después de la segunda guerra mundial que hoy nos tienen –por lo menos en los países que somos satélites del pensamiento norteamericano, y que a su vez se apropió del francés, etcétera, etcétera– en un estado grave de postración con respecto a nuestras capacidades argumentativas. Hoy ya no somos capaces de imaginar o de pensar dos pasos más allá de nuestro marco teórico: deliberadamente repensamos (repetimos) lo que otros dijeron y ese acto nos parece brillante. No es difícil, entonces, que la falta de imaginación, la ignorancia y la crítica se hayan tomado de la mano y bailen con graciosos pasos de suficiencia (y un arsenal dizque ideológico de izquierda, de derecha, de lo que sea) que nos distancia no sólo de la obra de paz sino de la de cualquier otro escritor. «leer críticamente», en estos tiempos, significa pronunciar, docta y revolucionariamente, aquella vieja frase: «ajustícienlos, después virigüen». Ese «después», por cierto, no llega nunca porque creemos que ya hicimos una previa investigación exhaustiva que nos lleva a concluir que el poeta, el narrador o el crítico, a quien hemos sentado en el banquillo de los acusados, es culpable de antemano. En ese sentido, la crítica mexicana se parece mucho a la justicia mexicana. ¿ha sido distinto en algún momento? La crítica fue siempre una variante de la carnicería, pero la diferencia entre la crítica actual y la que se producía antes del triunfo de la peor academia, estriba en la capacidad y amplitud de su lenguaje (que hoy se restringe a la repetición mecánica de fórmulas y etiquetas) y al barniz ideológico desde donde se produce. Digo «barniz», porque ni siquiera hemos sido capaces de asumir nuestra «ideología» más que como máscara de buenas intenciones: del mismo modo como antes éramos buenos católicos, nos confesábamos los domingos y el resto de la semana éramos capaces de las peores atrocidades; hoy todos somos buenos, políticamente correctos, defendemos las causas nobles, nos ofenden la miseria y el crimen que observamos (sentados en un café de la condesa, en un cubículo de CU o de Yale) a través de la pantalla de nuestro iPad, iPhone o cualquier otro dispositivo. Lo real no existe más que como discurso, aunque desde nuestra privilegiada posición planeemos nuevos movimientos libertarios o realicemos una marcha, lejos, lejos de los verdaderos muertos, de la injusticia real y cotidiana. He visto muertos colgando de los puentes por donde paso cada mañana; niñas de la edad de mi hija que son secuestradas diariamente. Frente a eso, el activismo promovido por escritores y profesores que defienden las buenas causas desde la ciudad de México o desde algún campus norteamericano, sólo puede causarme rabia y asco.
En relación con la crítica a Paz, aunque parezca o sea ingenuo, yo practicaría un ejercicio diferente: despojemos la obra poética de Paz y la de sus detractores del nombre de su autor. Reunámoslas azarosamente. Descubriremos que muchos de los poetas que antes y hoy defenestran a Paz, tienen una misma marca de origen formal, escriben versos que Paz habría firmado, pero tienen una parafernalia diferente: su show expositivo es muy distinto. Hagamos entonces lo mismo con Paz y los poetas que lo anteceden: descubriremos un hilo no tan invisible y al que no llamo tradición porque esa palabra hoy está proscrita por las buenas conciencias críticas. Por eso no me considero lo suficientemente capacitada como para poner ese tipo de estrellitas en la frente de Paz. ¿Es el mejor, el más importante, el más trascendente? Sólo puedo hablar desde mi gusto: no es el poeta mexicano que más me gusta. Sí es el ensayista mexicano que más admiro.
¿El debate literario es solamente estético o debería suponer una postura política? ¿cómo afecta la militancia ideológica en la recepción de la literatura? ¿las respectivas dicotomías paz-revueltas y paz-huerta son paradigmas sin solución para la crítica mexicana?
Somos animales políticos y todo lo que hacemos, hasta por omisión, es político. No está ahí el problema, sino en la indigencia crítica y en la simulación; en nuestra incapacidad para advertir la incongruencia entre lo que defendemos ideológicamente, nuestra actividad real en el mundo cotidiano y el lenguaje que utilizamos. Pero estoy hablando desde un nosotros que no tiene nada que ver con el mundo real. Nosotros, los que discutimos sobre la recepción de la literatura, no somos todos. No somos, ni siquiera, el adolescente que en la secundaria se topa con un poema de Efraín huerta o de paz y se deslumbra. No somos la muchacha que lee El luto humano y siente una empatía profunda con el dolor de los personajes. Nos hemos olvidado de que la literatura es eso: empatía, y somos –los que a esto nos dedicamos– una minoría arrogante. Siempre ha sido así. Pensar lo contrario es parte de la simulación de quienes forman el círculo de las piadosas almas biempensantes que utiliza un lenguaje impenetrable, una jerga que distancia de forma irreversible al lector común de su profunda disquisición que nos dice todo el tiempo que existen «categorías», no literatura, no empatía. Entonces, me cuesta mucho trabajo contestar tu última pregunta, pues de inmediato me asalta otra: los paradigmas, ¿tienen solución? En todo caso, me parecen falsos problemas, esos que la mala (pero abundantísima) academia ha planteado para, «problematizando» la literatura, tener algo que decir y así poder «insertarse en el campo cultural», ingresar al SNI u obtener su tenure.
A partir de tu experiencia con la publicación periódica de crítica en revistas literarias y suplementos, ¿qué opinas sobre la distinción artificial que tanto tiempo existió sobre la crítica periodística y la crítica académica (ambas mutuamente escindidas y ninguneadas) y con respecto a los recientes atisbos de conciliación que comienzan a verse, sobre todo por el contacto con la crítica norteamericana?
No creo que sea una distinción artificial, aunque en los últimos tiempos ya no es posible distinguir los gatos de las liebres. Aun habría que hacer una distinción más: la crítica periodística no es, necesariamente, la crítica literaria. A mí no me importa cuál es la «adscripción» del crítico, siempre y cuando no pretenda imponerme categorías donde no las hay y un lenguaje cuyo léxico mínimo sólo es muestra de una incapacidad verbal. No ensanchan el pensamiento: lo angostan al tamaño de su vocabulario. Esto puede parecer una perogrullada, pero ¿qué pasaría si elimináramos de nuestra crítica todas aquellas palabras que, suponemos, dicen por sí mismas? Son etiquetas que utilizamos a diestra y siniestra para que nuestro trabajo parezca objetivo, apoyado en un lenguaje no «impresionista». La mayoría de los críticos académicos –no estoy hablando aquí de filósofos, pensadores o de los grandes críticos literarios surgidos de las universidades– escriben un discurso pseudocientífico para dar cuenta de su pertenencia a un gremio y demostrar así que su trabajo no se trata de una apreciación nacida de la intuición, la experiencia y la erudición. Al mismo tiempo, en sus escritos se sienten obligados a elaborar un discurso alterno que corre a la par del discurso especializado: una traducción que el discurso científico elabora por única vez mediante el establecimiento de algunas convenciones (un ejemplo sencillo: sea a los libros, b los cuadernos). La ciencia llega a una definición a partir de la observación, la experimentación y la comprobación. Las definiciones formales de derivada e integral, que fueron formuladas por Weierstrass en el siglo XIX, no han sido modificadas ni su nombre ha cambiado de acuerdo con la moda o la escuela «interpretativa». Otra cosa sucede con el lenguaje actual de los estudios literarios y probablemente pone en evidencia un problema que socavaría, desde dentro, la orgullosa fortaleza cubicular: la legitimidad de su discurso, su legibilidad, es puesta en duda por sus propios autores incesantemente, pues lo que se quiere científico no es otra cosa que la expresión de términos dizque teóricos que necesitan de acotaciones (a pie de página, como cláusula entre comas o guiones) cada vez que los enuncian. La revisión de cualquier paper puede comprobarlo.
Por otro lado, la hegemonía de la crítica académica es tan aplastante que ha contaminado incluso a los escritores y a su escritura (su «forma de producción», dirían ahora). Y ocurre algo muy gracioso: disentir de ese tipo de crítica, defender la capacidad verdaderamente revolucionaria y liberadora de la lengua, de la literatura y el arte que no se ajustan al lenguaje esquemático, institucional, oficial, de la academia, te convierte en «hegemónico» o en ignorante. Como sabes, soy una profesora en la academia. La conozco desde que nací pues mis padres y mis abuelos fueron académicos (físicos, ingenieros, matemáticos) de la UNAM. Trabajé más de quince años en CU y desde hace diez, en la Universidad Veracruzana. No hablo, entonces, desde fuera. La conozco muy bien y sé de sus enormes y valiosas aportaciones en muchos campos; pero no ignoro o paso por alto la enorme mezquindad de los «doctores», el esquema piramidal de su estructura y la charlatanería y corrupción que se esconden atrás del velo dorado del conocimiento (que ahora ya no es conocimiento, sino «saberes»). La crítica literaria que se produce en las universidades fue derrotada, en su mayoría, por el imperio que dice combatir: la homogeneidad del pensamiento. No dudo, entonces, que se crea que existen atisbos de conciliación gracias a la crítica norteamericana. No es conciliación, es rendición: nos derrotaron con un arma poderosa: el lenguaje, al que se le ha raspado su verdadera carga crítica. Hoy todos pensamos igual, hablamos igual, de acuerdo con la moda que nos imponen desde el cubículo y ese poder, disfrazado de bondad teórica, es el que nos explica desde Nueva York y en boca de latinoamericanos, los padecimientos que sufrimos a causa de la «neocolonización». El chiste se cuenta solo, pero el verdadero imperio siempre encuentra la forma de mutarse, de conseguir feligreses y adeptos: muchos académicos (y también ahora, increíblemente, algunos escritores) se han convertido en sus mejores voceros y sacristanes.
El crítico Christopher Domínguez Michael suele relacionar a la crítica literaria (a la labor del crítico) con la de hacer historia de las ideas. ¿pero qué tan cercana está la crítica de la historia intelectual?
Antes que nada, el crítico literario es –como cualquier poeta o narrador– un lector. Cuando es un gran crítico –es decir, un gran lector–, puede compartir con claridad no sólo su reflexión sobre la obra que critica o estudia (sea una jarcha medieval o la última novela en el estante de novedades), sino también las ideas expuestas allí en relación con el resto de ideas que circundan, influyen, dialogan con la obra en sí. El desprestigio del crítico como historiador de la literatura es una anomalía más de lo políticamente correcto, porque ya no podemos enjuiciar ni la obra ni su circunstancia ni, mucho menos, encontrar su sitio en la historia de las ideas: ahora sólo podemos teorizar a su alrededor y por eso las palabras canon, tradición, etcétera, están prohibidas. Es paradójico este mundo que dice respetar la diferencia y al mismo tiempo prohíbe y sataniza la distinción –que es la primera tarea del crítico– y la disensión. La historia intelectual de nuestro tiempo será criticada en el futuro como la de un momento en que los hombres, avergonzados de sí mismos con razón, depusieron las armas del pensamiento y vivieron en un mundo que se entonó en clave de re: yo reconfiguro, tú repiensas, él rearticula, nosotros reformulamos…
¿Qué tan actual o qué tan anacrónica es la crítica literaria que se escribe hoy en México?
Cuando la crítica es concebida como otra forma de la creación –que es como yo la pienso–, como otra expresión del pensamiento, me parece absurdo endilgarle esos términos. Ahora, si la crítica literaria se basa en «tendencias», será tan anacrónica o actual como la moda a la que se adose, pero no será crítica: será moda, regulada por los imperativos del mercado.
¿Qué tan cierto es ese discurso apocalíptico sobre que la literatura mexicana (y la crítica) está en crisis?
Voy a responder con un ejemplo que se refiere a la poesía, pero que tal vez sea adecuado: Concediendo que es la poesía (y no los poetas) quien se encuentra «en crisis», recurrentemente intentamos salvarla como intentamos salvar al país, al sistema bancario, al carcelario, también a los enfermos. Confundidos, lo que no sabemos es a quién salvar: si a la niña que imaginamos ahogándose en el pozo, al niño que la tiró jugando o al pozo mismo. La actual postración de la crítica, de la que te hablaba al principio, no creo que signifique realmente nada en el tiempo del arte. Breton no estaba equivocado: «la poesía tiene todo el tiempo por delante».
¿Cuáles son los críticos que más te han influido en la forma de leer y acercarte a la literatura?
Me gustan muchos críticos. Si me han influido o no, ni siquiera lo pienso. De todos ellos, prefiero a George Steiner.
Finalmente, ¿qué le falta a la crítica literaria mexicana?
Una terapia de desintoxicación. Un diccionario. Leer literatura sería pertinente.
Silvia Isabel Gámez
"Las causas de Paz y Zaid" Reforma, Cultura, p. 20 24 de enero de 2014 MÉXICO, DF.- Poetas, intelectuales, polemistas. Octavio Paz y Gabriel Zaid forjaron una amistad que aún no ha encontrado a su biógrafo.
Ambos representan al poeta que es, "que debe ser", una voz imprescindible en la esfera pública, afirma Malva Flores. La autora de Viaje de 'Vuelta' no conoció a Paz ni conoce a Zaid, pero encuentra coincidencias en las causas que defendieron en las revistas Plural y Vuelta: "La libertad creadora, el combate al dogmatismo y a la banalización del arte y la literatura, la independencia del intelectual, la discusión sobre la política no sólo mexicana sino internacional". En los días previos al lanzamiento de Vuelta en 1976, Paz aseguró que uno de sus objetivos era nombrar el mal y a los tiranos. Sus palabras, según Flores, tenían un blanco: Luis Echeverría, responsable del golpe a Excélsior, que derivó en la renuncia del equipo de Plural. "Creo que Zaid nos ha enseñado a prevenirnos contra la simulación, mal mayor en el que yo reuniría muchos de los males que ha combatido", afirma la poeta y ensayista. El crítico literario Fernando García Ramírez considera que Paz y Zaid compartieron la defensa de la poesía y la valentía al asumir sus posiciones. Otro rasgo es la independencia, dice, más radical en el escritor regiomontano que hoy cumple 80 años. Un primer paso para documentar la relación que unió a Zaid con el Nobel es la biografía Octavio Paz y su círculo intelectual, de Jaime Perales Contreras. En 1972, escribe el investigador, Paz pensó en crear un partido político independiente que recogiera la herencia del socialismo internacional y de la Revolución mexicana. Zaid fue el único que criticó esa opción. "Le aconsejó", afirma en entrevista, "que concentrase sus fuerzas en la consolidación de Plural. Citaba a intelectuales como Manuel Gómez Morín y Vicente Lombardo Toledano, que habían fundado partidos políticos que en esa época habían logrado muy poco". Las habilidades administrativas de Zaid, destaca Perales Contreras, contribuyeron a que Vuelta se consolidara como una empresa cultural. Sobre sus ensayos, recuerda que Mario Vargas Llosa escribió que contenían un "humorismo ácido". "Es decir, la crítica de Gabriel Zaid es disolvente". Desde las páginas de la revista, señala Malva Flores, Zaid evidenció los costos y torpezas de la burocracia gubernamental encarnada en el PRI. "Zaid también representa", agrega, "uno de los pilares de Vuelta: el que ve en la lectura, en los lectores, el principio de la conversación que anima a la cultura". Falta indagar en las razones que alejaron a Zaid de Vuelta en 1992. García Ramírez fue testigo de una renuncia que tomó por sorpresa a Paz, pero que no alteró el "respeto absoluto" que ambos se tenían. En una carta reseñada por Perales Contreras en su biografía, García Ramírez escribe a Juan García Ponce que Zaid no quería que lo asociaran en una fórmula "Zaid-Vuelta-Paz-Televisa", y sentía también que la revista había jugado un papel pasivo en las elecciones de 1988. En sus oficinas de Clío, el crítico literario considera que debió ser una percepción del momento, pues apenas conocía a Zaid. "De marzo de 1992 (cuando en Vuelta apareció el texto "Despedida" a Zaid) al fin de la revista, se publicaron allí más de 30 colaboraciones suyas", advierte Flores. "Es cierto que Paz creyó en algunos aspectos modernizadores de la política del gobierno (de Carlos Salinas), lo que no implica que todos los colaboradores de Vuelta creyeran lo mismo". Zaid no busca un reconocimiento público a sus ideas, sostiene García Ramírez. Y los gobiernos tampoco se lo han brindado. En 1988, cuando se creó el Fonca, Vuelta recordó que Zaid lo había propuesto 13 años antes en Plural en "Ideas para un fondo de las artes". El subsidio a adultos mayores establecido en 2001 por el gobierno de López Obrador en el Distrito Federal, señala el crítico literario, está basado en El progreso improductivo. "El mayor reconocimiento es la viva discusión de su obra", considera Flores, "la enorme cantidad de personas que han encontrado en su lectura (en Vuelta, Letras Libres, Reforma, Contenido) no sólo ideas para entender el mundo, sino para poner en práctica el sentido común. Los homenajes tienen un plazo; la lectura, no". Malva Flores responde al Cuestionario Proust
Luis Bugarini "Asidero". Blog de Luis Bugarini Nexos julio 29 de 2013 l rasgo principal de mi carácter.
–Un desorientado optimismo. La cualidad que prefiero en un hombre. –La inteligencia. La cualidad que prefiero en una mujer. –Que no apele nunca a esa condición. Lo que más aprecio en mis amigos. –Su conversación. Mi principal defecto. –El miedo. Mi ocupación preferida. –Cantar. Mi sueño de felicidad. –Poseer, integrado en mi cabeza, un diccionario de sinónimos y antónimos, agrupado por sílabas y acentos, en dos o tres idiomas, por lo menos. Leer sin prisa, sin objeto definido. Cuál sería, para mí, la mayor desgracia. –Perder mi archivo hemerográfico y de correspondencia sería la segunda peor desgracia. La primera, perder a mis hijos. Quién querría ser. –El jugador de futbol que le diera el triunfo a México en la Copa del Mundo, pero no tiene nombre. El país donde querría vivir. –En éste, siendo otro. El color que prefiero. –Palo de rosa. La flor que me gusta. –El alcatraz. El ave que prefiero. –Prefiero a los gatos. Mis autores preferidos en prosa. –Por el número de veces releídos, Durrell, Dostoievsky, Verne y Zola, en ese orden. Mis poetas preferidos. –Eliot en los Cuartetos y “Miércoles de ceniza”; Rojas, por aquello del ritmo; Paz, por la construcción; Neruda residiendo en la tierra, antes de convertirse en lo que se convirtió. Mis héroes de ficción. –Ludwig Pursewarden, Nemo y Sandokan. Mis heroínas preferidas de ficción. –Las primeras, Tony Buddenbrook y Milady de Winter, aunque le fue muy mal. Después, Mélanie Dessaignes. A veces, Clea, la del Cuarteto. Mis compositores preferidos. –Brahms, Rachmáninov. Mis pintores preferidos. –No tengo pintores preferidos. Mis héroes de la vida real. –Ya no los busco. |
Mis heroínas de la historia. –Doña Josefa, por aquello del taconeo, pero mentiría. Mis nombres preferidos. –Ana, Emiliano. Lo que detesto por encima de todo. –La simulación. Los personajes históricos que desprecio más –El traidor, el funcionario, el trepador, el pusilánime… ¡Lotería!: el burócrata. La empresa militar que más admiro. –Contra los filisteos, el resorterazo de David. La reforma que creo más necesaria. –La de los libros de texto. Antes que preocuparse por los líderes del magisterio, que alguien, por dios, revise esos obtusos manuales. El don de la naturaleza que quisiera tener. –Aborrezco cualquier medio de transporte, incluidos los pies. Quizá volar. Cómo querría morir. –Rápido, después de haber realizado todos los trámites relativos al deceso. Pero odio los trámites. Estado actual de mi espíritu. –Perturbado, por falta de sueños. Las faltas que me inspiran más indulgencia. –Las de la pasión amorosa. Mi lema. –Me da miedo la gente que vive con lemas. |
Aparece un instante, Nevermore
Carlos Olivares Baró
"Somos animales de cadencia": Malva Flores
Sintagmas y estribillos. La Cultura en México, Siempre!,
6 de junio de 2013, pp- 80-81
Carlos Olivares Baró
"Somos animales de cadencia": Malva Flores
Sintagmas y estribillos. La Cultura en México, Siempre!,
6 de junio de 2013, pp- 80-81
Malva Flores accedió a contestar el siguiente cuestionario: ponemos a disposición de nuestros lectores sus respuestas.
—¿Cómo conjugas las circunstancias verbales de este poemario con los escenarios de la vida? —Pienso que, como la vida, cualquier circunstancia verbal es hija del ritmo. A cada uno de los “escenarios de la vida”, como tú los llamas, corresponde una naturaleza rítmica. Así se unen dos ritmos, el del poeta y el de la circunstancia. Creo en la armonía y la busco en esa conjunción, porque somos animales de cadencia. —Discurso poético desbordado, proceloso, inquieto y, a la vez, soflama enfuga y rondó. ¿Cómo nació este poemario, cuáles fueron sus gérmenes? --Aparece un instante, Nevermore, es un verso del primer poema que formó parte de este volumen y que me fue solicitado para participar en una revista que incluiría textos sobre la violencia. El lugar donde vivo era, en ese momento, muy peligroso. La violencia no era imaginaria o literaria; no la leía desde una silla en un café de la Condesa sino que la veía por las ventanas de mi casa. En el poema describo a una mujer en un tiradero de basura en el que encuentra un cuerpo ya en descomposición. Sobre ella vuelan zopilotes pero ella busca a Nevermore, en obvia referencia a Poe. Es decir, en medio del desastre, irónicamente, ella busca al cuervo “de románticas plumas”. Entonces, de mi desasosiego por saber cómo debía escribir un poema sobre la violencia, cuál era el papel del poeta frente a lo real y cómo podía expresarlo, nació el libro. —“Preámbulo forzoso”, “Tropo” y “Epilogo”: tres acápites empalmados en forma de Sonata/Scherzo: el lector tiene la sensación de estar sumergido en un poema largo, en una suerte de arrecife frondoso. ¿Cómo fue el proceso de escritura de esta desbordada cantata? —Después del poema que te comentaba anteriormente, me asaltó una molestia, una rabia permanente: la de darme cuenta de que no sabía cómo seguir escribiendo y la sensación angustiosa de pensar que todo lo que yo había creído (de la poesía, de la vida, etcétera) era mentira y en estos días de simulación ya no tenía ningún valor. Por eso existe un tono de burla permanente, una sorna de mí misma, contra los “ángeles líricos”. Por otro lado, cuando lo estaba escribiendo murió mi abuela paterna, y eso transformó el poema: me encontré de súbito frente a la muerte real, tangible, de un ser muy amado. ¿De qué forma podía expresar su muerte? ¿Servía la poesía? Escribí la sección “Diario ambulatorio”, incluida en “Tropo”, en el hospital, frente a la cama de mi abuela. En ese sentido, “Tropo” es una vuelta a la poesía lírica. —Pound y T. S. Eliot son referencias en Aparece un instante…; pero, el lector advierte reminiscencias quevedianas en lo semántico, y glosas gongorinas en lo formal. Poemario de indiscutible cabalgata barroca. ¿Estás de acuerdo? —No lo había pensado, pero tal vez tienes razón. Me dejé llevar por el ritmo que imponía el poema y por la textura de las palabras. Cuando lo escribí estaba muy enojada con la idea del “poeta”, conmigo misma, con mi país, con eso que llamamos “vocación”. En él, por cierto, no sólo aparecen Pound o Eliot, sino muchos poetas que me son queridos: Darío, Paz, Rojas, Vallejo, entre muchos otros. Quise preguntarme si todavía podíamos ver en el árbol un “sauce de cristal”; si, aún hoy, era posible la poesía que canta, que dice el mundo y al decirlo nos dice, aunque sepamos que el mundo ya es otro. Sigo pensando que sí. —Dolor, fruición, arrobamientos y vigores de una poeta en total dominio de su oficio. ¿La escritura de este poemario fue una catarsis? —Sí lo fue. Me encontré de pronto dudando ya de todo, de mi propia canción, de lo que es o debe ser o podría ser valioso en la poesía. Pero frente a la muerte real, volvió la burra al trigo como una manera de encontrar un alivio en la forma. En ese sentido, el poema abre con las conocidas palabras de Pound: “make it new”, y toda la primera parte me pregunto qué es, cómo se escribe aquel new. En el último poema retomo la pregunta y me respondo en boca de otro que me dice que abra los ojos para mirar el mundo. —¿Qué posición ocupa en tu obra Aparece un instante…, puede considerarse como un antes y un después en tu poesía? —Por muchas razones personales es el libro que más quiero; pero, también es con el que quisiera poner un “hasta aquí”. En “Vuelta”, el último poema de la sección “Epílogo”, tal vez quise explicar que mi nostalgia por lo que nunca fue debía terminar y empezar en otra cosa, de otra manera. |
Sobre la vigencia de Rayuela, dice el crítico peruano Julio Ortega: "Las novelas se leen de modos distintos en diferentes épocas. Hay que recordar, sin embargo, que el gusto no es una forma de la verdad sino una imagen en el espejo. Hoy se entiende el gusto no como la definición de una obra sino como nuestra autodefinición. Por eso se afirma que el gusto es fugaz, y un testimonio de nuestra propia fugacidad. Por ello, si nosotros creemos que Rayuela es una novela que se lee mal hoy, ya podemos sospechar lo que pasará con las nuestras".
Para ubicarla en el tiempo, retoma aquello que decía Pedro Salinas: que la española era una literatura de la cintura para arriba, y asegura: "Rayuela fue de las primeras en romper el tabú de la sexualidad. Nuestras novelas, incluso las mejores, despachan pronto y mal el acto sexual. Otro tanto ocurre con el humor. El de Rayuela es una corriente de ironía y simpatía. Eros y humor se alimentan mutuamente. Como todas las grandes obras, Rayuela nos deja la emoción de lo genuino, esa nostalgia".
El español Julián Ríos empezó a jugar a la Rayuela desde su salida y al cabo de medio siglo le parece que conserva su frescura original. "Abrir Rayuela es una incitación al viaje libre, donde el lector es elector de su itinerario, verdadero salteador de caminos, que puede renovar los saltos y asaltos por sus cuadriláteros de papel sin agotar el juego de la literatura aleatoria y de la relectura." Reconoce, no obstante, al bando de los recortazarianos, "empeñados en recortar y cortar a Cortázar", para los que, por ejemplo, los cuentos están muy bien o en último caso pueden pasar, pero no hay que pasarse de la raya o de la Rayuela, que es excesiva. "Cómo no va a ser excesiva una obra que desde el comienzo avisa que ‘este libro es muchos libros'... Cortázar es un modelo para armar y no es posible eliminar una parte de su obra sin mutilarla."
Voluntad por el asombro
La ensayista Malva Flores testimonia así sus afectos con Rayuela: "No creo en la caducidad de las obras de arte. No leeríamos nada que no fuera el ‘hoy'. Creo en la pervivencia de lo que íntimamente nos reúne a todos alrededor de experiencias que van más allá de las fechas, de los experimentos, incluso del vocabulario o los compromisos políticos. Recordamos, retenemos, aquello que nos compete y que es una forma de la poesía. Rayuela aún mantiene esa forma para mí".
Y Juan Villoro resume, al fin, estos avatares de una novela ya casi cincuentona: "Como tantos, leí Rayuela no sólo como una novela sino como un libro de autoayuda, tratando de parecerme a los personajes. Cortázar aborda temas eternos como el amor, el exilio, la muerte de un niño, pero también depende de referencias culturales y gestos formales como leer a saltos o poder prescindir de algunos capítulos. Hace unos años di un curso sobre Cortázar y me quedó claro que la evocación poética de París, las escenas gozosamente absurdas (el concierto de piano, la tabla para unir dos edificios), el capítulo erótico con palabras inventadas, el humor y el drama (la muerte del bebé) mantenían toda su fuerza; en cambio, las muchas alusiones culturales sonaban viejas y demasiado pedantes, dignas de un señorito latinoamericano que se esfuerza por parecer europeo. A la distancia me gusta mucho más Los premios, novela menos efectista y celebrada, pero que no depende de citas culteranas sino de sus extraordinarios personajes y su impecable historia"..
Para ubicarla en el tiempo, retoma aquello que decía Pedro Salinas: que la española era una literatura de la cintura para arriba, y asegura: "Rayuela fue de las primeras en romper el tabú de la sexualidad. Nuestras novelas, incluso las mejores, despachan pronto y mal el acto sexual. Otro tanto ocurre con el humor. El de Rayuela es una corriente de ironía y simpatía. Eros y humor se alimentan mutuamente. Como todas las grandes obras, Rayuela nos deja la emoción de lo genuino, esa nostalgia".
El español Julián Ríos empezó a jugar a la Rayuela desde su salida y al cabo de medio siglo le parece que conserva su frescura original. "Abrir Rayuela es una incitación al viaje libre, donde el lector es elector de su itinerario, verdadero salteador de caminos, que puede renovar los saltos y asaltos por sus cuadriláteros de papel sin agotar el juego de la literatura aleatoria y de la relectura." Reconoce, no obstante, al bando de los recortazarianos, "empeñados en recortar y cortar a Cortázar", para los que, por ejemplo, los cuentos están muy bien o en último caso pueden pasar, pero no hay que pasarse de la raya o de la Rayuela, que es excesiva. "Cómo no va a ser excesiva una obra que desde el comienzo avisa que ‘este libro es muchos libros'... Cortázar es un modelo para armar y no es posible eliminar una parte de su obra sin mutilarla."
Voluntad por el asombro
La ensayista Malva Flores testimonia así sus afectos con Rayuela: "No creo en la caducidad de las obras de arte. No leeríamos nada que no fuera el ‘hoy'. Creo en la pervivencia de lo que íntimamente nos reúne a todos alrededor de experiencias que van más allá de las fechas, de los experimentos, incluso del vocabulario o los compromisos políticos. Recordamos, retenemos, aquello que nos compete y que es una forma de la poesía. Rayuela aún mantiene esa forma para mí".
Y Juan Villoro resume, al fin, estos avatares de una novela ya casi cincuentona: "Como tantos, leí Rayuela no sólo como una novela sino como un libro de autoayuda, tratando de parecerme a los personajes. Cortázar aborda temas eternos como el amor, el exilio, la muerte de un niño, pero también depende de referencias culturales y gestos formales como leer a saltos o poder prescindir de algunos capítulos. Hace unos años di un curso sobre Cortázar y me quedó claro que la evocación poética de París, las escenas gozosamente absurdas (el concierto de piano, la tabla para unir dos edificios), el capítulo erótico con palabras inventadas, el humor y el drama (la muerte del bebé) mantenían toda su fuerza; en cambio, las muchas alusiones culturales sonaban viejas y demasiado pedantes, dignas de un señorito latinoamericano que se esfuerza por parecer europeo. A la distancia me gusta mucho más Los premios, novela menos efectista y celebrada, pero que no depende de citas culteranas sino de sus extraordinarios personajes y su impecable historia"..
Hoy se cumplen 15 años de la muerte del poeta y estamos a un año del centenario de su nacimiento, pero las grandes instituciones culturales del país aún no concretan su gran aportación para festejar al Premio Nobel de Literatura en 2014
Octavio Paz, Premio Nobel 1990, el único de literatura que tiene México, murió el 19 de abril de 1998, cuando tenía 84 años. La conmemoración de los 15 años de su muerte permite echar una mirada sobre la manera en que el autor de El laberinto de la soledad, El arco y la lira y Los hijos de limo será recordado en 2014, año en que se cumple el centenario de su nacimiento. El poeta y ensayista, considerado el intelectual mexicano más importante del siglo XX, nació el 31 de marzo de 1914 y se espera que el próximo año el Estado mexicano dediqué en su honor un gran homenaje nacional; sin embargo, las instituciones culturales del país aún no cuentan con un programa definido; intuyen que harán ediciones especiales, reediciones de su obras completas, ediciones más asequibles, iconografías, biografías de Paz para niños, recitales de poesía y algún encuentro académico; pero no hay nada concreto. A poco menos de un año del centenario, faltan definiciones institucionales sobre cómo celebrarán a Paz. Los editores aseguran que un año es más que suficiente para la creación y concreción de proyectos y ediciones, pero aceptan que para lograr verdaderas revisiones biográficas, una edición crítica muy profunda o una investigación seria, se requiere más que 12 meses de labor. Cierto es que varios de los críticos literarios, estudiosos, escritores y editores entrevistados por EL UNIVERSAL coinciden en que la mejor manera de festejar a Paz es leerlo, pero no descartan un programa celebratorio bien planeado, pues saben que puede ser una buena manera de acercar a nuevos lectores a la obra de este escritor, considerado una de las mentes más brillantes del mundo, un puente entre Oriente y Occidente, un interlocutor a la altura de todos los pensadores de su época y un poeta tan grande como Pablo Neruda, César Vallejo y Nicolás Guillén. Será una fiesta, es la promesa de quienes les toca organizar los festejos, pero a casi un año de distancia el programa de actividades está en proceso. Ricardo Cayuela, titular de la Dirección General de Publicaciones del Conauculta, afirma que "indiscutiblemente habrá todo un programa de actividades muy sólido" que incluirá "mesas redondas, recitales de poesía, publicaciones de algunos libros, etcétera", para lo cual hay "una comisión dedicada a los centenarios de José Revueltas, de Efraín Huerta y de Octavio Paz" a cargo del Consejo. Aunque esperan la autorización de Marie José Paz, el Fondo de Cultura Económica (FCE) tiene más delineado su plan editorial, que incluye una iconografía con fotografías, retratos y caricaturas de Octavio Paz, que espera ser caudaloso; una antología que reúne los textos no firmados de Paz que publicó apenas con sus iniciales o sin firma en revistas y diarios. "Más de un proyecto tiene más de un año, por ejemplo esta recopilación de artículos empezó hace año y medio, en ese estamos sobradamente para tenerlo; por lo que toca a la iconografía están muy identificadas las publicaciones a las que recurriríamos, a qué archivos, en qué países, se tiene una ruta crítica, que no es poca cosa; no se tiene reunida la selección de obra pero sí cartografiado el terreno", afirma Tomás Granados, director editorial del FCE. En el Fondo tienen claro que el espíritu que rige las ediciones con motivo del centenario del nacimiento de Octavio Paz es que sean obras más accesibles en costos y que estén disponibles en librerías, incluso de las Obras completas reeditarán las que hagan falta y planean una versión condensada y de más fácil acceso. Merece lectores Todos los entrevistados señalan que el mejor de los homenajes para Paz es leerlo y que tenga lectores. La crítica literaria y amiga del poeta Fabienne Bradu asegura que habrá muchas iniciativas oficiales y otras privadas. "Yo estoy entre las privadas, leo y releo a Octavio, frecuento mucho su obra, me parece cada vez más luminosa esa manera que tenía de hablar de lo más complicado en un estilo transparente y elegante, y hacernos sentir inteligentes cuando lo leemos. Les digo a mis alumnos ‘no se encierren en jergas, en teorías; tomen ejemplo en Paz, en cómo explica el fenómeno poético". Alberto Ruy Sánchez, de quien el FCE reeditará Introducción a Octavio Paz en una versión actualizada, dice que a 15 años de su muerte la obra de Paz es actual. "El análisis político de El ogro filantrópico, todo aquel que quiera entender al México de hoy debe leerlo. Amerita un festejo grande, es el gran escritor de México. Si todos los grandes escritores son como Los Alpes, Paz es el Everest'". Hugo Verani, quien acaba de publicar Octavio Paz: el poema como caminata, pide leerlo y releerlo: "Si Ortega y Gasset fue la gran figura intelectual de la primera mitad del siglo en lengua española, Paz impactó la segunda mitad, en poesía y en ensayo". El crítico uruguayo afirma que está terminando de redactar la tercera edición de la Bibliografía crítica de Paz, "un trabajo de benedictino" que publicó por vez primera El Colegio Nacional en 1997; la nueva es más amplia y sale en marzo de 2014, en el mismo Colegio Nacional. |
Por su parte, Malva Flores asegura que hay muchos Paz: "el rebelde, el vanguardista, el creador de instituciones pero también su crítico. Celebrar su centenario es una oportunidad para conocer sus múltiples facetas, para realizar también su crítica y para constatar cuánto de lo que dijo Paz, aún hoy, nos concierne".
La poeta que realiza una revisión de las polémicas protagonizadas por Paz alrededor de Sor Juana, recuerda un artículo de hace más de 10 años de Gabriel Zaid: "El futuro de Octavio Paz", en el que proponía actividades, la mayoría de tipo editorial, imprescindibles y que, desafortunadamente, no han sido atendidas en su conjunto "planteaba la necesidad de no hacer mausoleos ni ‘placas de bronce', sino poner a conversar nuevamente la obra de Paz con nosotros. La obra de Paz es un ejemplo de pasión y vivacidad que busca el diálogo o la discusión con el otro". A 15 años de su muerte han comenzado a aparecer revisiones a la obra del autor de Piedra de sol, destacan cuatro libros ya publicados en México, Brasil y EU: Octavio Paz: el poema como caminata de Hugo Verani y Octavio Paz a la deriva de la modernidad, con siete ensayos de Jacques Lafaye; ambos editados por el FCE. También una edición especial de Oración fúnebre a Sor Juana Inés de la Universidad del Claustro y le han propuesto a la viuda del poeta, Marie José Paz, una biografía de Paz para niños. Además, está la traducción al portugués de El arco y la lira (Ediciones Cosac), que tiene como prólogo una carta de Julio Cortázar a Paz; y The poems of Octavio Paz, edición bilingüe de Eliot Weinberger, editado por New Directions. La portada es un "Mandala" de Vicente Rojo. ¿Qué se merece Octavio Paz? Cayuela responde veloz: "Lectores. Paz es uno de los grandes genios de nuestras letras, uno de esos milagros que suceden de tanto en tanto... es uno de esos autores que modifican tu visión; la única recomendación es abrir cualquiera de sus libros y entrar a ese mundo fascinante. Uno no regresa igual después de leer a Paz". |
Los libros del año 2012
Sergio González Rodríguez Reforma 6 Ene. 13 La muerte de Carlos Fuentes (1928-2012) señala el término de un ciclo en México: el de la literatura moderna-vanguardista-cosmopolita que comenzó a destacar en la década de los años 50 del siglo anterior y trascendió al inicio del siglo 21. Ahora, la literatura mexicana mantiene dos rasgos: diversidad y fortaleza, que oscilan entre la tradición inmediata y el gusto ultracontemporáneo. Esta tensión se fundamenta en un poder intergeneracional. Como puede comprobarse con el siguiente inventario bibliográfico, están lejos de imponerse escritores de una misma generación. Por el contrario, prevalecen obras y autores en un espectro que incluye, debido a su valor literario, a quienes nacieron entre los años 30 y los 80 del siglo 20. En los hechos, tal situación contradice el lugar común, tan falso como reiterado, de que la literatura mexicana vive un "cambio" a favor de alguna sola generación, la cual sólo se vería en el espejo de sí misma. Por fortuna, y de eso están hechas las mejores tradiciones literarias, la convivencia intergeneracional refleja el atractivo de la literatura mexicana de hoy, ya distante del predominio de una figura o generación señera. Una literatura en busca de reencontrarse con nuevos públicos para reinventar sus prestigios en un entorno difícil: en México, la venta de libros casi se ha estancado (CANIEM/Milenio, 27 de diciembre de 2012) y el libro electrónico está lejos de despegar. El libro del año: Gabriel Orozco, de Gabriel Orozco, registro retrospectivo de la obra del artista mexicano más importante en México y en el mundo; Novela sin ficción: Tela de Sevoya, de Myriam Moscona; Canción de tumba, de Julián Herbert; Campos de amapola, de Lolita Bosch; Novela: gotas.de.mercurio, de Edson Lechuga; La transmigración de los cuerpos, de Yuri Herrera; Vida digital, de Fabrizio Mejía Madrid; Fuga en mí menor, de Sandra Lorenzano; Federico en su balcón, de Carlos Fuentes; El Sinaloa, de Guillermo Rubio; El lenguaje del juego, de Daniel Sada; Arrecife, de Juan Villoro; Primera novela: Tu materia son los huesos, de Andrés Téllez Parra; Eros díler, de Nazul Aramayo; Novela histórica: Diario de las cigarras, de Antonio Saborit; Imperio, la novela de Maximiliano, de Héctor Zagal; Las paredes hablan, de Carmen Boullosa; Escritores que insisten en autoparodiarse hasta convertirse en ruido: Mario Bellatin, El libro uruguayo de los muertos; Guillermo Fadanelli, Mis mujeres muertas; Relato: Despertar con alacranes, de Javier Caravantes; Taller de taquimecanografía, de Gabriela Jáuregui, et al.; Montezuma's Revenge, de Carlos Martín Briceño; Carajo, de Antonio Calera-Grobet; La trama secreta. Ficciones, 1991-2011, de Mauricio Molina; Largas filas de gente rara, de Luis Jorge Boone; Sudor añejo y sardina, de Enrique Blanc; El mal de la taiga, de Cristina Rivera Garza; La mujer de M., de Mauricio Montiel Figueiras; Testimonio: El hijo de Míster Playa, de Mónica Maristain; Libro de las explicaciones, de Tedi López-Mills; Los testimonios, de Óscar Benassini, et al.; Ensayo: Maravillas que son, sombras que fueron, de Carlos Monsiváis; Andar y ver. Segundo cuaderno, de Jesús Silva-Herzog Márquez; El eclipse del sueño de Sor Juana, de Américo Larralde; Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos, de J.M. Servín; El taller de no ficción, de Bruno H. Piché; La luz detrás de la puerta, de Norma Lazo; Mudanza, de Verónica Gerber Bicecci; Novela política: Justicia, de Gerardo Laveaga; Ensayo político: ¿Y usted cree tener derechos?, de Irma Saucedo, Lucía Melgar, et al.; El derecho a cuestionar el derecho, de Mónica Maccise Duayhe; La utopía posible (periodismo por la despenalización de las drogas), de Carlos Martínez Rentería; Violencia y seguridad en México en el umbral del siglo XXI, de Martín Gabriel Barrón Cruz; Crónica: Crónica de un sexenio fallido, de Ernesto Núñez Albarrán; Generación Bang. Los nuevos cronistas del narco mexicano, de Juan Pablo Meneses; Coronada de moscas, de Margo Glantz; Autoayuda: ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, de Carlos Salinas de Gortari; La mafia que se adueñó de México... y el 2012, de Andrés Manuel López Obrador; Historia de la prensa: Buendía, de Miguel Ángel Granados Chapa; México: 200 años de periodismo cultural, de Humberto Musacchio; Viaje de Vuelta. Estampas de una revista, de Malva Flores; Poesía: En el centro del año, de Jaime Labastida; Arte & basura, de Mario Santiago Papasquiaro; La ciudad de los muertos, de José Homero; Campo Alaska, de José Javier Villarreal; Autocinema, de Gaspar Orozco; Trivio, de Josué Ramírez; Poemas perrones pa' la raza, de Fausto Alzati Fernández; Dioses del México antiguo, de Óscar de Pablo y Demián Flores; Una forma escondida tras la puerta, de Francisco Hernández; Vivo, eso sucede. Poesía reunida, de Juan Bañuelos; Contubernio de espejos. Poemas 1960-1964, de Salvador Elizondo; La peor propaganda: "Alberto Chimal es el Henry James de su generación"; El peor libro del año: La escuela del aburrimiento, de Luigi Amara: 287 gracejos, es decir, por lo menos uno en cada página, con la misma idea. Quéee divertido. |
Libros del 2012
Daniel de la Fuente 28 de diciembre de 2012 Convocados por EL NORTE, los escritores Ana Clavel, María de Alva, Martín Solares, José Israel Carranza y Héctor Alvarado Díaz, quienes además de su obra personal reseñan libros; Alejandría Treviño y Juan Carlos Ramos, responsables de las librerías Gandhi y Fondo de Cultura Económica, respectivamente, y los conocedores lectores Gris Villegas Garza y Javier Desilos, colaboraron para crear un ranking de los mejores libros del año en ficción y no ficción, tanto nacionales como extranjeros, a partir de un universo de títulos publicados en el 2012. Las listas quedaron integradas de acuerdo al número de menciones y a las posiciones que cada seleccionador le dio a los libros. Ningún título fue unánime en un lugar determinado. Por su parte, los poetas Jeannette L. Clariond, Minerva Margarita Villarreal, Luis Vicente de Aguinaga, Luis Armenta Malpica y Armando Alanís Pulido comparten los que para ellos fueron los mejores títulos del año en este género. La selección pretende no sólo reconocimiento sino más bien un punto de partida, una invitación para buenos días de lectura. AUTORES NACIONALES FICCIÓN 1.- Arrecife, Juan Villoro, (Anagrama-UANL) El propio autor ha dicho que su novela narra “una utopía negativa”. En La Pirámide, ese resorte cuyo mayor servicio es el peligro, las cosas se salen de control. Un thriller con lavado de dinero, cambio climático y decadentes músicos de rock. 2.- La Ciudad que El Diablo Se Llevó David Toscana (Alfaguara) Es Varsovia tras la Segunda Guerra Mundial. En medio de la desolación, cuatro supervivientes no saben qué hacer con sus vidas. Junto a Duelo por Miguel Pruneda, es la gran novela del regiomontano sobre la muerte y en la que, por cierto, Monterrey dejó de ser tema. 3.- Canción de Tumba, Julián Herbert , (Mondadori) Herbert narra la vida de su madre dedicada a la prostitución a partir de que cae enferma por leucemia. Novela autobiográfica de primera línea. 4.- Mis Mujeres Muertas, Guillermo Fadanelli, (Grijalbo) El autor persiste en narrar seres en descenso. Domingo vive para el alcohol, pero su vida se complica cuando sus hermanos le encargan poner la lápida en la tumba de su madre. 5.- Brama, David Miklos, (Tusquets) András tiene eyaculación precoz y un hermano tirano que le robaba las novias. El protagonista decide vengarse seduciendo a la esposa de aquel. Novela erótica. Portada célebre. 6.- La Torre y El Jardín, Alberto Chimal, (Océano) La trama se desarrolla en un burdel insólito en el que la zoofilia es lo de menos. Exponente de la ciencia ficción, figura del cuento, Chimal entrega una novela ambiciosa. 7.- Federico en su Balcón, Carlos Fuentes, (Alfaguara) La novela póstuma. Fuentes salda cuentas con Nietzsche en esta obra dedicada al poder y a la moral. 8.- El Mal de la Taiga, Cristina Rivera Garza, (Tusquets) La novela inicia cuando un hombre acude con una mujer que fue detective, y que hoy es escritora, para pedirle que busque a su esposa. Todo deviene en un oscuro cuento de hadas. 9.- Amor y Otros Suicidios, Ana Clavel, (Ediciones B) Es el único libro de cuentos de esta lista. La también escritora Ana García Bergua los calificó de “sirenescos” por engañosos y cautivadores. 10.- La Emoción de las Cosas, Ángeles Mastretta, Seix Barral Mastretta reúne en este libro a la familia más cercana. Recuerdos en torno al padre ausente, la madre que llevó la viudez con discreción, los hermanos como gran compañía. Para lectores fieles. NO FICCIÓN 1.- Leer, Gabriel Zaid, Océano Antología del tema que el escritor regiomontano ha analizado con maestría: la lectura. 2.- ¿Hay Vida en la Tierra?, Juan Villoro, Almadía Él y Carlos Fuentes son los únicos presentes en ambas listas (por poco el autor de Materia Dispuesta también obtiene en ésta el primer lugar). Reunión de columnas periodísticas publicadas en los últimos años. 3.- Coronada de Moscas, Margo Glantz, Sexto Piso Ameno y culto diario de viaje por la India de esta autora cuya obra cada vez es más valorada. Lo acompañan fotografías de Alina López Cámara. 4.- Cómo Escriben Los que Escriben. La Cocina del Escritor, Claudia Albarrán, (FCE, ITAM) Compilación de textos en los que figuras diversas de la literatura y la academia cuentan no sólo cómo escriben sino de qué les sirve. 5.- Personas, Carlos Fuentes, (Alfaguara) Los conoció a todos y todos querían conversar con él. Fuentes habla de un puñado de ellos: Pablo Neruda, Julio Cortázar, Alfonso Reyes, François Mitterrand, y Lázaro Cárdenas, entre otros. 6.- Pornografía. Obsesión Sexual y Tecnológica, Naief Yehya, (Tusquets) Más que una defensa, el escritor hace una historia crítica de la pornografía y un ensayo sobre la libertad de expresión. 7.- La Escuela del Aburrimiento, Luigi Amara, (Sexto Piso) Dice el autor que “la desigual batalla contra el aburrimiento se parece al gesto de cubrir todos los espejos de la casa para no percatarnos de que nos volvemos viejos”. Gran libro que apunta a que hay mucho por aprender de esta condición de mala fama. 8.- Señales Debidas, Guillermo Sheridan, (FCE) Es el único de esta lista que perduró del 2011. Recoge ensayos, prólogos y conferencias, algunos inéditos, y predomina su gran tema: Contemporáneos. Libro imprescindible. 9.- (Empate), Vivir, Julio Scherer, (Grijalbo) Más recuerdos del fundador de Proceso en el atardecer de su vida. La Sombra del Futuro. Reflexiones sobre la Transición Mexicana, Roger Bartra, (FCE) Cómo y por qué es así nuestro régimen político y cómo pintan las cosas en el mañana para la democracia. 10.- Viaje de Vuelta. Estampas de una revista, Malva Flores, (FCE) Estudio sobre la relevante revista fundada por Octavio Paz en 1976. AUTORES INTERNACIONALES FICCIÓN 1.- Baila, Baila, Baila Haruki Murakami (Tusquets) De 1998 y hasta ahora traducida al español, esta novela contiene muchos de los iconos y de la magia que el autor sostendría en otros libros y que fascinan a sus fieles lectores. 2. - El Sunset Limited Cormac McCarthy (Mondadori) ¿Cómo convencer a alguien de que no se quite la vida? El autor deSin Lugar para Los Viejos lo responde en esta novela en la que los diálogos son lo preponderante. 3.- Aire de Dylan Enrique Vila Matas (Seix Barral) Exquisita trama que protagoniza Vilnius, conocido como el pequeño Dylan, quien trabaja en un insólito archivo sobre el fracaso y, a la vez, pretende descubrir a los asesinos de su padre durante un montaje teatral. 4.- Joseph Anton. Memorias Salman Rushdie (Mondadori) Llamado así en alusión a Joseph Conrad y Anton Chéjov, el protagonista está condenado a vivir en el encierro por haber escrito un libro considerado blasfemo. La vida del autor, pues. 5.- Un Ángel Impuro Henning Mankell (Tusquets) El padre de Kurt Wallander cuenta en esta novela cómo a principios del siglo 20 una sueca termina dirigiendo un popular burdel en África. 6.- Los Living Martín Caparrós (Anagrama) En esta alucinante obra ganadora del Premio Herralde de Novela se propone el concepto de los “living”, muertos embalsamados que pueden seguir presentes entre los vivos. 7.- El Rey Pálido David Foster Wallace Mondadori “Es la clave de la vida moderna. Si eres inmune al aburrimiento no hay literalmente nada que no puedas conseguir”, escribe el autor en esta novela póstuma e inacabada que tuvo una recepción crítica entusiasta. 8.- Aullido (Ilustrado) Allen Ginsberg (Sexto Piso) Trabajo extraordinario del pintor Eric Drooker sobre la obra del poeta beat. Sexto Piso tiene en su catálogo ediciones preciosas de este corte. 9.- El Enredo de la Bolsa y La Vida Eduardo Mendoza (Seix Barral) El catalán ha dicho que su más reciente novela está entre la picaresca y el esperpento, y de lo que trata es de la búsqueda de Rómulo “El guapo” a cargo de su ya popular detective loco y sin nombre que, además, es peluquero de señoras. 10.- (Triple empate) Los Perros y Los Lobos Irène Némirovsky (Salamandra) Publicada dos años antes de su deportación y asesinato en Auschwitz, esta novela de fuertes ecos autobiográficos cuenta vidas de judíos en el París de los años 20. Los lectores de Némirovsky conforman ya una legión. Blonde Joyce Carol Oates (Alfaguara) Tras más de una década en librerías de habla hispana, esta novela de la eterna candidata al Nobel sobre la rubia más conocida del orbe gana cada vez más lectores. Una Forma de Vida Amélie Nothomb (Anagrama) La autobiografía ficticia de esta belga-japonesa residente en París trata ahora de una conversación por correo con un soldado estadounidense en Iraq. Ella y Houellebecq son pura polémica. NO FICCIÓN 1.- Confesiones de Un Joven Novelista Umberto Eco (Lumen) Del más renacentista de los autores contemporáneos, un libro revelador conformado por conferencias publicadas a propósito de sus 80 años. El título alude a su debut como narrador en 1980. 2.- Viajes Antonio Tabucchi (Anagrama) Un título escrito al calor no sólo del recuerdo, sino de la vida plena, y que evoca las palabras de uno de los autores favoritos de Tabucchi, Fernando Pessoa: "Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos". 3.- Diario de Invierno Paul Auster (Anagrama) Ya había abordado su juventud como escritor incipiente en A Salto de Mata, pero Diario de Invierno, su contraparte, es un viaje largo a sus confines como individuo. Al neoyorquino ya le llegó la edad de la evocación remota. 4.- Anatomía de la Influencia Harold Bloom (Taurus) Es el legado ensayístico de Harold Bloom sobre creación literaria y continuación de aquel título decisivo de los setenta: La Ansiedad de la Influencia, El subtítulo del primero es casi un epitafio para el padre del caprichoso Canon Occidental: La Literatura como Modo de Vida. 5- Renacida Susan Sontag (Mondadori) Primer tomo de tres de las memorias de la autora fallecida en el 2004, el cual abarca los años en que comenzó a forjar los intereses que la llevarían a ser una de las intelectuales más influyentes en Estados Unidos. 6.- (Empate) Cartas entre Jack Kerouac y Allen Ginsberg (Anagrama) Los beats aún más al desnudo, si acaso esto era posible. Rescate de un diálogo fascinante. Lecturas de Mí Mismo Philip Roth (Mondadori) El autor de El Mal de Portnoy reúne entrevistas, ensayos y artículos en los que aborda temas como la narrativa estadounidense, los judíos y beisbol. La larga entrevista que le realizó la Paris Review es reveladora. 7.- El Cronista en El Cine Guillermo Cabrera Infante (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores) Primera entrega de las que serán las obras completas del cubano y que reúne sus escritos sobre el séptimo arte. |
8.- Mejor que Ficción. Crónicas Ejemplares
Jorge Carrión (Anagrama) Compilación de trabajos de los mejores cronistas del momento, como Leila Guerriero, Cristina Alarcón y Juan Villoro, entre otros. 9.- Éramos Unos Niños Patti Smith (Lumen) Libro entrañable donde la poeta e intérprete narra su intensa amistad en NY durante los 70 con el fotógrafo Roberto Mapplethorpe. Es del 2010, pero circuló ampliamente en este año. 10.- Los Náufragos del “Batavia”. Anatomía de Una Masacre Simon Leys (Acantilado) Investigación sobre el popular naufragio en 1629 del buque holandés que devino en un sanguinario seudogobierno. Non Fiction sobre el horror después del horror. La poesía del 2012 Cinco poetas seleccionaron en orden de preferencia sus libros del 2012. Todos los libros son de este año, a excepción de los que se marcan de manera distinta. JEANNETTE L. CLARIOND Poeta. Directora de la editorial Vaso Roto Nacionales 1.- El Agua Recobrada. Antología Poética, Luis Armenta Malpica. Selección de Luis Aguilar. Prólogo de Eduardo Moga. Vaso Roto. “Desde un inicio me llamó la atención la extensión de los epígrafes. Lo tomé como un acto de honestidad suma, de respeto hacia los otros, y me pareció un acto poético en sí mismo. Los da a ver (a los poetas) a la vez que muestra su modo de trabajo, que bien hubiera podido hacerlo como intertextualidad, pero no lo hizo. Y eso es digno de respeto”. 2.- Nueva Escritura Sumaria. Antología Poética, Ricardo Yáñez. Vaso Roto. 3.- Poesía Completa, Elsa Cross. FCE. 4.- Aquello que Al Mirarnos Resucita, Francisco Magaña. Ed. Calygramma. 5.- El Vino que No Acaba. Antología Poética (1966-2011), Eduardo Lizalde. Prólogo de Jenaro Talens y selección de Marco Antonio Campos. Vaso Roto. Extranjeros 1.- Mythistórima: Poesía Completa, Yorgos Seferis. Editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Traducción, prólogo y notas de Selma Ancira y Francisco Segovia. “Seferis es sin duda un poeta mayor. Compré el libro por mi interés, como traductora, y para ver también qué hace Selma Ancira para dar un toque moderno a lo que se escribió hace tiempo el autor. Sé que Borges tuvo logros extraordinarios en sus versiones al inglés porque poseía ese enorme dominio del latín, y me preguntaba si Selma tendría el mismo dominio sobre el griego”. 2.- Poesía Completa, Zbigniew Herbert. Editorial Lumen. Traducción de Xaverio Ballester 3.- Poesía Completa, Olga Orozco. Adriana Hidalgo Editora. 4.- Sombra para El Deseo del Sol, Adonis. Editorial Vaso Roto. Traducción de Clara Janés. 5.- Un Minuto de Retraso Sobre Lo Real, Abbas Beydoun. Editorial Vaso Roto. Traducción de Luz Gómez García. LUIS ARMENTA MALPICA Poeta. Director del sello Mantis Editores Nacionales 1.- La Divina Revelación, Héctor Hernández Montecinos. Secretaría de Cultura de Colima y Editorial Aldus, 2011. “Es un libro imparable, arrebatado y obsesivo, singular en su extensión (considerando la edad del autor) y en sus múltiples registros. Y, sin embargo, como en las grandes obras, cada tanto hay un relámpago poético, una estruendo iluminador en medio del fragor incesante de las palabras que caen sin asidero”. 2.- parterre, de Elías Carlo. Edición español-inglés con traducción de Robin Myers. Quattro Books y Mantis Editores, Toronto. Edición español-francés con traducción de Françoise Roy. Écrits des Forges, El Colegio de Puebla y Mantis Editores. 3.- Safari. Antología Personal, Laura Yasan. Editorial Floricanto. 4.- Delante de Un Prado Una Vaca, Fabio Morábito. Ediciones Era, 2011. 5.- Acapulco Golden, Jeremías Marquines. Ediciones ERA, Instituto Cultural de Aguascalientes e INBA. 6.- El Libro Que No He Escrito, Carlos del Castillo. Conarte, Nuevo León. 7.- Campo Alaska, José Javier Villarreal. Editorial Almadía. Extranjeros 1.- Pleno Verano. Poesía Selecta (1948-2004), Derek Walcott. Traducción de José Luis Rivas. Vaso Roto Ediciones, Barcelona. “Este libro nos deja ver la complejidad y belleza del discurso de uno de los poetas mayores de la lengua inglesa, en la que, sin abandonar los tópicos de su interés (el mar Egeo) nos baña con las aguas del Caribe, mares tan íntimos y complejos como el ser humano. Walcott es una de las voces necesarias para entender el mundo total (mixto y contrastante) que leemos desde hace varios siglos”. 2.- Deshielo a Mediodía, Tomas Tranströmer, traducción de Roberto Mascaró. Nórdica Libros, España, 2011. 3.- Perdurable Compañía, W.S. Merwin, traducción de Jeannette L. Clariond. Vaso Roto Ediciones, Barcelona. 4.- El Don de la Noche y Otros Poemas, Emilio Coco, traducción del propio autor, de Carlos Pujol y Carlos Clementson. La Otra y UANL, 2011. 5.- Una Ciudad Sin Muros. Poesía Escogida 1989-2011. Magnus William-Olsson. Traducción de Ángela Inés García. Libros del Aire, Madrid, 2011. 6.- Salida de Emergencia, Ewa Lipska. Traducción de Abel Murcia. Editorial Buró Blanco y Posdata Editores. 7.- Los Poemas, Georges Schehadé, traducción de Rodolfo Alonso. Taberna Libraria Editores, 2011. 8.- AmérikaNoAmérika. Antología personal, Timo Berger, traducción del autor o escritos directamente en español. Bonobos Editores. Dos casos excepcionales que me gustaría rescatar: Dalla Parola Antica Alla Parola Nuova. Ventidue Poeti Messicani d’oggi. Selección y traducción de Emilio Coco (Raffaelli Editore, Rimini, Italia, 2012), por tratarse de una antología de 22 poetas mexicanos vivos que circula en Italia, en edición español-italiano. La colección El Oro de los Tigres, de la UANL, que va en su tercer conjunto de cuadernillos, con obras traducidas de diversos idiomas y con autores tan importantes como Gottfried Benn, Czeslaw Milosz, Anne Hébert, Chesterton, Adonis, Ferreira Gullar, Nuno Júdice, etc. ARMANDO ALANÍS PULIDO Poeta. Creador del movimiento Acción Poética Nacionales 1.- El Agua Recobrada, Luis Armenta Malpica, Vaso Roto, con un prólogo de Eduardo Moga y selección de Luis Aguilar. “Antología de una de las voces que más se acerca a las sinceridades humanas de una manera contundente, su edición nos facilita la lectura de uno de los poetas contemporáneos más exquisitos de la poesía mexicana”. 2.- Si en Otro Mundo Todavía, Jorge Fernández Granados. Almadía. 3.- Acapulco Golden, Jeremías Marquines. ERA, Instituto Cultural de Aguascalientes e INBA. 4.- Obras reunidas de Jaime Sabines. Joaquín Mortiz. 5.- Como Fue El Presagio, Raúl Renán, FCE. Extranjeros 1.- Canciones de Juan Perro, Santiago Auserón. Prólogo de Jenaro Talens. Salto de Página. “De Radio Futura, uno de mis grupos favoritos del que escuché alguna vez que se había formado con miembros que asistían a un taller literario, mi disco favorito se llama La Canción de Juan Perro. El vocalista (Auserón ) adopta ese nombre para grabar en solitario y en este libro se recoge la producción lírica que se bifurcó hacia el son cubano y la canción tradicional hispánica. Un libro que te pone a bailar”. 2.- Propios Como Ajenos. Antología Personal (1961-2005), Antonio Cisneros. UNAM. 3.- Sombra para El Deseo del Sol, Adonis. Vaso Roto. Traducción de Clara Janés. 4.- Poesía, Vasko Popa. Calamus, FCE. 5.- Zurita, Raúl Zurita. Aldus. LUIS VICENTE DE AGUINAGA Poeta Nacionales 1.- Perlesía, Ángel Ortuño. Bonobos. “Ángel Ortuño es un vanguardista y un clásico a la vez. En sus libros conviven la sofisticación intelectual y los trastornos mentales, la erudición y la nota roja, la métrica y el trash metal. Los de Perlesía, como los de todos los libros de Ortuño, son poemas breves y desasosegantes, malvados y divertidos”. 2.- Los Árboles que Poblarán El Ártico, Antonio Deltoro. ERA, UNAM. 3.- Envés del Agua, antología personal de Luis Armenta Malpica. Secretaría de Cultura de Jalisco. 4.- Querida Fábrica, Dolores Dorantes. CONACULTA. 5.- Filipo Contra Los Persas, Víctor Cabrera. Rosa Celeste Ediciones. 6.- La Caja X, Carlos Pérez Vázquez. CONACULTA. 7.- Poesía Completa, Elsa Cross. FCE. Extranjeros 1.- Un Cielo Avaro de Esplendor, Jenaro Talens. Ed. Salto de Página. "Austera y melancólica, la poesía de Jenaro Talens parece obedecer a sólo dos impulsos: el de la sensación y el de la rememoración. En los poemas de Un cielo Avaro de Esplendor la identidad personal se forma o se disgrega sílaba por sílaba, caótica o armoniosamente, sin orden predecible". 2.- Canción Errónea, Antonio Gamoneda. Tusquets. 3.- Cuando El Cristal No Reproduce El Rostro, Waldo Leyva. Fundación Sinsonte. MINERVA MARGARITA VILLARREAL Poeta. Directora de la Capilla Alfonsina de la UANL y de la colección El Oro de los Tigres. Nacionales 1.- Campo Alaska, José Javier Villarreal. Almadía. “Es un libro de alto riesgo no sólo para quien lo escribió sino para el lector que esté dispuesto a desenredar los nudos de la nostalgia, tentadora, si te lleva a la infancia, implacable, si no te deja salir de ella. El título, que en realidad es un lugar en ruinas hoy museo de sitio, antes manicomio y mucho antes cuartel militar, es emblemática metáfora de lo que encierran sus páginas”. 2.- Sol de Monterrey. Antología, Alfonso Reyes. Conarte - El Tucán de Virginia, 2011. 3.- Poesía Completa, Alfredo R. Placencia. FCE - CONACULTA, 2011. 4.- Canto Malabar y Otros Poemas, Elsa Cross. La Otra - UANL. 5.- El Cuchillo y La Luna. Poesía Reunida, Samuel Noyola. Conarte - El Tucán de Virginia, 2011. Extranjeros 1.- Deshielo a Mediodía, Tomas Tranströmer. Traducción de Roberto Mascaró, Nórdica, Madrid, 2011. “Deshielo a Mediodía te hace entrar en la verdad poética que late en el corazón de la vida. Sus imágenes son deslumbrantes y atroces porque escandalizan en su potencia, en su capacidad de asociar, por ejemplo, el cuerpo de un asesinado encontrado en el campo con la caída como signo de nuestra cultura. ‘La cultura es una estación de caza de la ballena’. “Tranströmer hace una elegía a nuestro tiempo en el que un asesinato no es sino una cadena de asociaciones capaces de ser visualizadas a través del registro de la violencia que late en todas partes. Su poesía es sabiduría, al grado de revolucionar el haikú, constriñendo a su brevedad el ansia y el duelo de libertad en un hospicio de jóvenes”. 2.- Zurita, Raúl Zurita. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2011. 3.- Galaxias, Haroldo de Campos. Traducción de Reynaldo Jiménez, México, Libros Magenta, 2011. 4.- Mano Invisible, Adam Zagajewski. Traducción de Xavier Farré, Barcelona, Acantilado. 5.- Constantino Cavafis. Una Noche. Aproximación de José Emilio Pacheco, UANL, El Oro de los Tigres III, 2011. Publicado en EL NORTE. |